Kurt lo había
contactado en Madrid cuando estaba
visitando a su tía, le había dicho que tenía una reunión en Italia , como no
entendía ni pepa de italiano y la reunión era de negocios, muy importante por
demás, quería un traductor, pero, a su vez, un amigo en esa parada.
Hoteles de cinco estrellas, aviones en Busines y comidas en
restaurantes finos terminaron de convencerlo de hacer este vuelo corto entre
Madrid y Roma. Su excusa personal, una mentira piadosa, era poder ir a visitar
Morcone, ese pueblito cerca de Nápoles donde su tatarabuela había nacido.
Curiosa la historia del Mediterráneo y de la humanidad,
España, casi entera y gran parte del sur
de Italia fueron dominios musulmanes, él era descendiente de arabes y también
de españoles y tanos. Una reiteración.
Los últimos dos días pasaban por la mente de Abdul como una
película. La llegada a Roma el encuentro en el hotel con Kurt. Su posible negocio, un grupo de
inversionistas italianos, que además tenían cerrado una financiación blanda del
banco europeo para montar un parque eólico en el sur de Italia, quería comprar
los equipos a la empresa Sueca a la que pertenecía.
Al día siguiente saldrían a recorrer los lugares posibles, que
los italianos habían previsto,para montar el parque .
A las 6 de la mañana un chofer en un auto alemán paso a
buscarlos, el chofer era chofer y guía a su vez. La recorrida duraría dos días,
el primer emplazamiento era 70 kilómetros al sur de Nápoles sobre el mar, el
otro era en un lugar entre el Mediterráneo y el Adriático, cerca de Ancona.
Al mediodía siguiente Kurt estaba un poco desanimado, ambos
lugares no eran adecuados, sobre el mar el sitio estaba muy expuesto a las
brumas marinas que perjudican mucho por corrosión a los molinos eólicos. El
segundo estaba en un pronunciado cañadón con vientos muy cambiantes y con
antecedentes que a Kurt no le gustaban. Dispuesto ya a volver a Roma desechando
ambos lugares advirtió un llano que le
gusto, elevado, plano, con vientos, reviso sus mapas de vientos, lluvias etc.
en su compu y decidió que era buen lugar. Bajamos a caminarlo un poco, allí constató que había una casa y le pidió al
chofer que lo llevara. Fuimos atendidos por un campesino que amablemente nos explicó
que esa eran tierras en poder de su familia de tiempos pretéritos y que jamás
había pensado en venderla.
Kurt se desanimó nuevamente y volvimos al coche, el chofer preguntó
que había pasado y Kurt le explicó que el lugar era ideal, pero tenía dueño y
este se había manifestado en contra de vender.
El chofer no arrancó, dijo esperen un momento, bajó y entró
a hablar con el campesino. Al cabo retornó y dijo: “no hay problema” venden.
Kurt se sorprendió pero no dijo nada. De regreso a Roma llamó a Estocolmo y a los inversionistas con
quienes combinó una reunión a las 48 hs. Me debía un par de paseos y decidimos
tomarnos un día florentino.
Abdul miraba casi absorto la colina vaticana, la mesa en la
que estaba sentado era larga y elegante, con esa elegancia que los italianos ,
con plata, saben dar a sus cosas.
El edificio de oficinas donde estaba era de propiedad del
Vaticano, tema ineludible de la previa había sido la renuncia de Ratzinger. Era
notorio que los anfitriones italianos no querían nada al Papa alemán.
Por momentos volvía al lugar de reunión, y miraba a su amigo
sueco, anonadado, en ese mundo de gritos y risas y, por lo bajo, se arrepentía
una y mil veces de haber aceptado su invitación a acompañarlo en este viaje.
La reunión empezó demorada, hubo que esperar a un italiano
elegante, cuyos zapatos, traje y corbata pagarían una semana de vacaciones en
Marbella. Entró, saludo histriónicamente uno por uno, y se sentó a la cabecera.
Una vez de las presentaciones de rigor, invitaron a Kurt a
dar su impresión sobre los lugares su conveniencia o no para luego pasar a
evaluar el resto de la operación. En media hora y ayudado por un power Kurt
explicó claramente y si no lo hizo mejor era por algunos yerros del traductor
que los empresarios habían contratado.
Desestimados los lugares primitivos y aceptado el
emplazamiento propuesto por Kurt, el Ceo italiano explico que se habían contactado
con el dueño del lugar y que el precio de venta era del predio era cerca de
3.500.000 de euros.
Kurt, sorprendido por ese enorme valor, intervino y dijo que
le parecía que a esos precios del lugar el emprendimiento se desdibujaba en su rentabilidad,
pues y con absoluta sinceridad sueca, explicó que había en Europa en general y
en Italia en particular, una sobreoferta de energía eólica , muchas inversiones
similares reducían enormemente la capacidad de vender la energía generada, máxime,
remató, con el retraimiento económico generalizado en Europa. Kurt dijo: me veo
obligado a advertirles que este negocio no es rentable.
El Ceo lo miró y le dijo: “no hay problema”, invertiremos.
Kurt insistió, con nuevos fundamentos, el Ceo lo interrumpió
amablemente y le dijo suavemente: no hay problema, capicci.
Casi imperceptiblemente le toque la pierna, Kurt, entonces,
aún confundido, dijo: me contactaré a Suecia y les diré que el negocio se hace
y le pasaré a su gente las cuentas bancarias para que ustedes hagan la transferencia
de los fondos del anticipo, luego se protocolizará correctamente el contrato.
El Ceo lo miró y le dijo, “no” secamente, nuestro chofer les llevara el anticipo mañana
por la mañana.
¿Cómo dijo Kurt? Sin entender de que le hablaban.
En una valija le entregaremos el dinero.
De ninguna manera dijo Kurt, no puedo asumir esa
responsabilidad, puede pasarme algo y quién se hará cargo de eso.
“No hay problema” nosotros asumiremos el riesgo dijo el Ceo
sin que se le moviera un pelo.
Parecía una escena del super agente 86, mi compañero era
Smart, no por tono sino por inocente, el problema era que los otros no eran de
Kaos, el Ceo no era Sigfrid, sino de la mafia real. Amablemente le dije a Kurt
esta todo bien vamos. Y lo saque de ese lugar.
De pronto todo se me había aclarado, un simple negocio de blanqueo, de guita negra,
el mundo vaticano daba patina de transparencia y explicaba a su vez las enormes
distancias entre la fe católica y los problemas reales de una estructura un perdida.
En la cena me pedí un vino de mil euros y ni noté la
diferencia con un Ruttini, pero bueno, yo no pagaba. Brinde socarronamente por
Buno Calvi, Kurt entendió menos, lo mire, me reí y le dije :No hay problema.
Rusvi Tahan