Dedicado a mi amigo Felipe
Años después
Le preste atención por primera vez en sexto grado, aunque era
casi vecino, vivía a tres cuadras de casa y habíamos ido toda la primaria
juntos, flaco, nariz aguileña y con buenas notas. Callado, muy callado, casi hermético,
jugaba tan mal como yo al futbol, pero eso no nos decía nada, salvo un par,
como Vaccaro, Arnedo o Thos, los demás éramos del montón. Igual ponía lo que había
que poner pese a su físico esmirriado.
Decía que le presté por primera vez atención pues trajo un
tablero de ajedrez y se puso a jugar contra uno de séptimo. En dos peladas lo
tableo, fuera con él. Ni que decir que en apenas dos semanas nadie había dejado
de jugarle y todos sin excepción habían conocido una derrota en unas cuantas,
pocas jugadas.
Era generoso, me enseñó algunos trucos, maliciando que nunca
iba a ser rival para él, o porque era bueno, me inclino por esto último.
En primer año de la secundaria y por sobre todos los demás,
pasó a ser el primer tablero del colegio, yo lo acompañé y con pocas habilidades
y algo de: no hay otro, llegue a ser su tercer tablero.
Día a día mi admiración crecía, ya no en la escuela, en el
Club Villa Urquiza el ya era también primer tablero, tenía una nota de Miguel Nairdorfj,
felicitándolo por un torneíto de la Capital.
Nuestro humilde colegio , con su capacidad, pasó a ocupar
los primeros lugares, bastaba que el segundo tablero o yo hagamos tablas para
que sacáramos un puntaje decoroso, contra los Lassalianos, los Salesianos, los
Maristas, toda la crema y nata de los colegios católicos.
Nunca olvidare el día que jugó simultaneas con los ojos
vendados contra 5 tableros y ganó los cinco juegos. Estábamos maravillados,
eran épocas d Bobby Fisher y, argentinos al fin, soñábamos con nuestro Bobby
propio.
Las cosas empezaron a complicarse, empezó a faltar, estaba
cada vez más delgado. Un día, lo recuerdo muy aciago, estábamos primeros en el intercolegial,
vino la madre, habló con el rector y Carlos se fue. Mucho se habló de esa ida,
como toda cosas de chicos, en un par de semanas ya teníamos otros temas y el
ajedrez quedó nuevamente para los colegios paquetes, nos dedicamos a lo nuestro,
lo de los pobretones, puro futbol.
Lo volví a ver hace unos días, 43 años después, si ponía esfuerzo
lo hubiera reconocido, no hizo falta, aunque su flacura y su nariz aguileña
seguían intactas, estaba todo ensangrentado, lleno de balazos de goma, había
sufrido una paliza represiva de la Policía Metropolitana, la creación del
alcalde de Buenos Aires Mauricio Macri. Era uno de los que intentaban que Macri
no le pasara con topadoras al taller protegido del Hospital Neurosiquiatrico
Borda. Fracasó.
El zócalo del televisor decía: Carlos Datti, uno de los
pacientes del Borda, fue también ferozmente reprimido.
Rusvi Tahan
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