Esta reflexión parte de una convicción o dos, la primera: en el
sentido weberiano del término, es una obviedad: una buena burocracia es
necesaria/ indispensable para que un Estado Nación funcione correctamente.
La mayoría de las burocracias modernas, salvo en Francia e
Inglaterra, se formaron como parte del proceso de construcción estatal que
ocurrió en Europa, Estados Unidos y América Latina principalmente durante el
siglo XIX. Estas burocracias son producto de la necesidad de los incipientes
Estados pero al mismo tiempo, como sostiene Rosanvalon, al ser hijas del
proceso de la Revolución francesa nacen
con la “desconfianza” sobre lo público/ estatal que las impregna a todas.
No obstante, con sus mas o sus menos, se estructuró en el país una
burocracia: “ necesaria para: (a) obtener la capacidad de extraer de forma
regular recursos fiscales de la sociedad, tanto para reproducir la burocracia
misma como para desempeñar su rol en el establecimiento de la ley y el orden,
el progreso económico ,/../ y (b) desarrollar un cuerpo profesionalizado de
empleados públicos capaz de llevar a cabo las crecientes responsabilidades que
implica la tarea de gobernar .”( Ozlak, O.)
Esa burocracia acompaño los procesos en los que el Estado nacional
avanzó para diferenciarse, un poco al menos, de los puros intereses de la
alianza oligarquía-capitales britanicos que manejaba la Argentina y fue
responsable de las acciones que permitieron tanto el proceso de la Ley Sáenz
Peña como el acceso de H. Irigoyen al poder.
Con el golpe del ´30 se inaugura un proceso de incertidumbre en los
estamentos de la burocracia argentina, son testigos, cuando no cómplices, de la
venalización de la década infame
corrompida por el renovado maridaje de las oligarquías y los capitales
ingleses, del dan cuenta el famoso Pacto Roca-Runcinan y el escándalo de las carnes y el Frigorífico
Anglo.
La llegada del peronismo inaugura una nueva etapa, la politización de
los cuadros superiores de la burocracia, motivada por la desconfianza que el
gobierno tenía sobre la lealtad y la convicción de esta estructura para con los
nuevos paradigmas populares. Este fenómeno se ha repetido de manera sostenida
hasta nuestros días.
Es decir la burocracia se transformó en una amplia estructura que
sostenía el Estado pero que tenía como jefes, no a aquellos que habían hecho el
cursus honorum para llegar a conducirla,
sino a los “directores políticos” que cada gobierno proponía, algunos extraídos
de su misma estructura, pero que salteaban la tradicional estructura de
ascensos para ubicarse encima de la pirámide. El golpe militar del ´76 dio una
nueva vuelta de tuerca instalando una estructura burocrática sobre otra al
designar militares al frente de todas y cada una de las áreas estatales, incluidas
las generalmente intocadas de educación.
Así y retomando a Oscar Ozlak “La burocracia estatal, viuda administrativa de sucesivos gobiernos y
regímenes políticos, acaba convirtiéndose en un inmenso cementerio de proyectos
políticos”. Esto es notorio para cualquiera que ha vivido más de 50 años.
La consecuencia la tenemos en el relato que a este bloguero le hacia
un viejo empleado de Entel en 1984, “mira acá se funciona así, cuando aparece
un jefe nuevo sacamos las carpetas de
los cajones y las ordenamos por orden de antigüedad, como deben resolverse. A
las dos semanas, si con el tipo no pasa nada, mandamos a los cajones las más
complicadas, a los dos meses solo resolvemos las que no nos queda más remedio o
las que el jefe pregunta o alguno de afuera apura. Cuando pasan los 4 meses
empezamos a esperar que cambie el jefe.”
Por ese camino terminamos hoy en la burocracia inútil ( el Estado bobo que
señala la presidenta) que se instaló sin prisa pero profundamente en la
sociedad argentina, la burocracia del famoso sketch de Joe Rigoli a fines de los ´60 y el arbolito
que no podía plantar, de la imagen más
reciente en los ´90 de Gasalla haciendo de una insoportable empleada pública.
La burocracia que veía como día a día los grupos económicos acomodaban las
reglamentaciones a sus necesidades previo “aceitamiento” de los conductos burocráticos.
Es decir una burocracia de la frustración social y de la total falta de
autorespeto por su propio trabajo. Que lo único que nos produce es mayor
desconfianza.
Una burocracia que Alsogaray y Martinez de Hoz mediante había que
destruir achicando el Estado para agrandar la Nación, pero que cuidadosamente
fue preservada es esas condiciones de anomia por los mismos que buscaban
destruirla, a los efectos de sostener para siempre la debilidad estatal.
Esta situación es la madre de la segunda cuestión: la catástrofe
neoliberal destruyó sistemáticamente la ya frágil noción positiva del Estado y
su burocracia. Es decir las instituciones estatales pasaron a moverse en un
territorio blando, en arenas movedizas mercantiles que son lo contrario de lo
que se espera de un Estado. La velocidad del mercado amenazando
constantemente la consistencia ya fragmentada de las instituciones, nacidas
para operar en terrenos sólidos.
Nuestra generación, podríamos decir sin rubor, setentista, que en sus
más y en sus menos tiene en sus manos hoy los resortes del proyecto político, equivoca el rumbo si la reconstrucción del
Estado la mira desde la misma perspectiva que veía la política en los años
60/70. Esos años fueron casi una anomalía en la Historia Argentina. Esa
sociedad estaba politizada en el buen sentido, buscaba el cambio, de maneras
diversas, pero, en los ámbitos politizados de la sociedad, la prioridad de lo
público era innegable. La burocracia era mala pero podía, se sospechaba al
menos, con una conducción política adecuada servir a los intereses nacionales.
Que quiero decir: solo con
“voluntad”, usando la idea de Anguita/ Caparros no podremos reconstruir el tejido
nacional, tejido que necesita que sus huesos, sus nervaduras,
constituyan un Estado sólido que pueda
poner en caja a los distintos bloques que lo han utilizado históricamente para
su propio provecho y pugnan por mantener ese statu quo. Si es que hay más de
uno, o es simplemente el bloque dominante histórico que imbrica el Capital Trasnacional y los grupos
nacionales que controlan en conjunto la economía.
Es que los empleados públicos, en definitiva unos de los patos de la
boda del neoliberalismo, han tenido en las últimas décadas que priorizar la
atención de su propia vulnerablilidad a la vulnerabilidad de la sociedad que
ellos deberían haber podido proteger. ( Brenner:2012)
Es necesario entonces reconstruir una burocracia estatal nacional. Esto
implica superar la actual composición de la burocracia que parece más una
cebolla llena de capas superpuestas de: burocracias anteriores descreídas, nuevas
malformadas / clientelizadas, y otras de residuos políticos, que componen una
masa amorfa que subsiste sin un norte a donde se quiere ir. Todo esto nos
marca límites que no sólo surgen de lo
expuesto, a eso hay que sumarle las presiones externas ya señaladas y normales,
de los grupos de poder económico, sino también de factores relacionados con la
forma en que las organizaciones operan y los burócratas se comportan dentro de
su propio hábitat (competencia entre burocracias; restricciones internalizadas;
códigos de ética; procedimientos internos; evaluación de desempeño; y
representatividad).
Construir una burocracia formada, no
flexibilizada, bien paga, que sea consciente de su rol profesional, es algo que
implica construir un mejor Estado, tanto
nacional como provincial.
Por el contrario si, como a todas luces
vemos que está sucediendo en Chubut, a raíz de la relación de fuerzas de los
sectores internos del PJ que limitan el accionar del gobierno, seguimos sumando
capas a la cebolla agregando en cada repartición municipal o ministerio gente
fiel / afín sin revisar lo que existe, sin la convicción del proyecto/ trabajo
que se quiere llevar adelante, esa construcción de lo nuevo no solo no se
logrará, sino que gastaremos tiempo y pesos para nada.
De lo que se trata es de reconstruir la burocracia estatal ¿cómo?.
Tiro algunas puntas a las que invito a sumar ideas.
Incomodando a las cofradías técnicas que piensan en función de sus
intereses, de sus lógicas, de sus contactos para reburocratizarlas en un sentido
nacional.
Repolitizando en el mismo sentido la agenda de esas burocracias.
Repolitizarlas implica que deberemos impulsar una agenda técnica Nacional y
Popular pues obviamente, sin una agenda, el estado –y
su burocracia- serían innecesarios. Esto implicanca superar el hecho de que las agencias estatales
siguen dependiendo, para nuevos proyectos de financiamientos de la dupla
BM/BID, es decir sus agendas son propias hasta un límite, el que encajen en
algún programa de estos organismos.
Reconstruyendo su carrera y revalorizando lo económico, vía
salarios como en lo profesionalizante vía formación adecuada para cada nivel.
La situación actual, por lo menos en Chubut, por lo que se
ve, sigue siendo un mix de pautas contradictorias unas de cambio social y
fortalecimiento del Estado y otras con una profunda matriz neoliberal o si no
siguiendo el criterio, atribuido al alfonsinismo, de que “cada quién que haga política
debe tener un lugar bajo el paraguas del estado”. Generando así una
interminable capa de militantes rentados en la estructura del Estado que al
cambio de orientación pasan a engrosar, vía ingreso a planta permanente, el
grueso de esa burocracia sin sentido.
Así estamos por acá, pero no deberíamos seguir estando.
Rusvi Tahan
No hay comentarios:
Publicar un comentario