Hoy plantearé una breve reflexión sobre lo que considero una discusión que hay
que dar en el seno del mundo del trabajo y asumiendo el lugar de un trabajador
Es evidente, para mí al menos, que el trabajo es ya muy diferente del que, por lo menos para la
gente de mi edad, era el usual en el Estado de Bienestar, a saber: casi pleno
empleo, estabilidad y amplia cobertura social. Situación que nuestros padres y yo
considerábamos como un piso del cual había que obtener aun más derechos. Ese Estado
fue saboteado en el largo interregno que va desde 1976 al 2003 ( con énfasis en
sus momentos más fuertes entre 1976-1982 y 1988-2001) .
Con su desaparición y la aplicación de las más salvajes
normas de flexibilización laboral y de exclusión laboral se generó mucho más
que un ejercito de reserva de mano de obra, se generó en realidad un enorme
espacio de marginalidad, tal como hemos señalado en escritos anteriores.
A partir de la crisis del 2001 ese Estado con un esfuerzo enorme se está reconstruyendo,
al menos parcialmente, hoy en día
La reconstrucción de ese Estado, parcial, insisto, hoy en
día, a mi juicio, se debe no tanto a la falta de voluntad de los actores
políticos más próximos a una propuesta justa de la distribución de la riqueza,
como a las nuevas realidades del sistema capitalista. La enorme productividad
del trabajo, por la presencia cada vez
mas intensiva de las nuevas tecnologías y las rémoras de la presión del, aún no
vencido, esquema neoliberal. Esquema que,
vale la pena insistir, no fue epidérmico sino que caló profundamente en la
estructura social y la cosmovisión de la sociedad. Imponiéndose, como lo que en
realidad es, una religiosidad del mercado.
Para clarificar esto solo basta ver, a gran escala del
capital, la robotización tanto en las tareas agrícolas como en las fabriles y,a
menor escala, la inclusión de cada vez más eficientes herramientas manuales,
incluso en espacios casi artesanales como es algunos oficios del gremio de la construcción por ejemplo. Hoy en
día cualquier electricista, plomero, o albañil cuenta con herramientas
eléctricas o de precisión que aceleran enormemente su trabajo ( es decir
aumenta enormemente su productividad).
Un camino, quizás el más simple, y uno sobre el que más se
insiste desde los mensajes del modelo K. es aumentar enormemente el nivel de
consumo general para tener más consumidores en todos los grupos sociales y
entonces vía aumento de la demanda necesitaremos más mano de obra para producir
esos bienes demandados. Esto, mucho me temo, es una carrera que puede no
ganarse, pues con un operario calificado mas una maquina eficiente, obtenemos muchísimos
productos más que hace apenas unos años.
Y justo es decirlo nos compramos el casette del
“crecimiento” con un sesgo productivista y extractivista que implica el riesgo
de impactar más profundamente sobre nuestro medio ambiente.
Por otra parte la movilidad que implican las variaciones tecnologicas exigen un "tiempo" de formación permanente.
Una alternativa, no novedosa pero cuidadosamente archivada, que me parece debe
reconsiderarse es, contrariamente a lo que se pregona, aumentar el trabajo, vía
reducción de la jornada laboral.
Esta propuesta me parece pertinente tanto en el ámbito
público como en el privado.
En el primer caso, el ámbito público, la estructura actual
de nuestra oficinas públicas implica que mayoritariamente el trabajo se
desarrolle, para el grueso de sus trabajadores, excluyo a los jerárquicos o al
estamento político, en un horario que va de las 7 a las 14 hs. este esquema,
válido para épocas anteriores está totalmente desfasado con la complejidad
actual, obliga a concentrar mucha gente trabajando en un espacio en poco tiempo
sin que se aproveche adecuadamente el espacio laboral ( léase edificios) y que
haya máquinas ( computadoras y otras) sobre exigidas o falten por imperio de
que hay dos que necesitan usarlas, cuando sería más racional que se realizaran
dos turnos diarios y que la atención al público fuera toda la jornada. Y
demandas de construcción de cada vez más edificios públicos, usados la mitad de
su tiempo útil, con suerte. Los gastos de estructura serían casi los mismos en
cuanto a luz, calefacción o aires acondicionados, como ejemplo en nuestra zona
hay que mantener la calefacción prendida todo el tiempo para mantener los
edificios con el confort adecuado y en el Valle basta que se quede alguien
para que pase lo mismo en verano con la refrigeración. Por otra parte los
contribuyentes tendrían mucha más facilidad para poder acceder a las oficinas
públicas. El Estado no tendrá excusas para ser ineficiente por falta de tiempo.
Tendrá más opciones de control sobre los servicios públicos, sean tanto de
gestión propia como privada.
Escucho los gritos de mis lectores/ oyentes sobre la “ineficiencia”
del sector público , volveré a este tema en notas posteriores.
En el mundo privado y a los efectos de dar una mejor
respuesta al problema de la desocupación o sub ocupación propongo modificar
sustancialmente la carga horaria laboral. Grafico: en vez de 3 turnos de 8
horas diarias, 4 turnos de 6 horas, eso automáticamente incrementaría un 25 %
más la demanda de mano de obra en algunos sectores, y hasta un 50 % en otros
como la construcción, que podría contratar dos turnos diarios para obras de
envergadura como barrios o escuelas. Imagino desde ya los gritos de los
lectores empresarios/ oyentes ¿ quién pagará este costo?.
No tengo todas las respuestas, pero sugiero algunas ideas, el
costo que se incrementa es básicamente el laboral, que en las actuales
estruturas productivas no son como antaño, la mitad del costo de producción sino muchísimo menos.
El costo de una cosechadora de ultima generación es enorme en relación al costo
de un salario mensual más en relación a la renta agraria.
Por otra parte si es verdad que el trabajo dignifica ,
resocializa y reestructura el tejido social, es de esperar que una gran parte
de los servicios destinados a seguridad, tanto pública como privada, se reduzcan
al desaparecer la marginalidad y la violencia social implícita. Que el número
de guarderías se reduzca porque los padres estarán más tiempo con sus hijos,
por ejemplo.
Si es verdad que estamos obligados a atender socialmente
con subsidios a los desocupados ese costo desaparecerá. Si el nivel de
alimentación, el acceso a viviendas dignas y vestimenta crece se supone con
cierto grado de certeza que se reducirán muchas enfermedades de origen social (desnutrición,
etc.) que impactan enormemente sobre nuestro, de por si caotico y honeroso, sistema de salud.
Por otra parte si la gente cuenta con más tiempo libre
puede, con obligación social obvio, por ejemplo dedicarse a separar la basura
en origen o realizar tareas comunitarias que bajen costos comunitarios, aumentar
su calidad de vida mejorando sus opciones de tiempo libre, bajando los costos implícitos
de la alienación laborar y otras enfermedades que atraviesan y sabotean la
productividad real. Podría extenderme aún más, solo tiro el tema a manera de
disparador de una discusión mayor. Por último quiero agregar que la carrera por el “crecimiento”
exige como contrapartida también una discusión sobre el “decrecimiento” a
niveles ambientalmente ( política, social, económica y ecológicamente) sustentables.
Rusvi Tahan
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