Esta es la pregunta que Roberto Guimarães[1],
planteó en la conferencia de cierre del reciente encuentro de Ha. Ambiental que
la Sociedad Latinoamericana y Caribeña
de Historia Ambiental realizó en Villa de Leyva, Colombia, a principios de
junio.
Lo primero que hizo Guimarães fue hacer un
pequeño repaso de la historia desde 1972, con la primera Conferencia de las
Naciones Unidas sobre Ambiente y Desarrollo (Estocolmo), desde Estocolmo en
1972 , pasando por el informe Brundtland,
la de Río de Janeiro de 1992, Johanesburgo 2002
para llegar a la denominada coloquialmente Río + 20 que se iniciará mañana,
otra vez, en Río de Janeiro.
Debo confesar que su charla de no más de
30 minutos fue enormemente esclarecedora pues didácticamente presentó los
contextos mundiales que explicaron cada evento para llegar al momento actual.
Intentaré lo mejor posible y solo con pequeñas apostillas ser respetuoso del
espíritu de la exposición.
Para
Guimarães cada evento no se explica por sí mismo sino por las circunstancias
histórico sociales que lo precedieron. La Conferencia de Estocolmo, entonces,
fue producto de la toma de conciencia de los líderes mundiales de una realidad
que la religión del progreso les impedía ver. En primer lugar señala que la
llegada del hombre a la luna y la enorme constatación de que vista desde fuera
la tierra era como una aeronave que navegaba por el espacio, permitió tomar
conciencia de la idea de finitud, si la tierra es como una aeronave que gira
por el espacio, como de cualquiera aeronave uno no puede salir en vuelo y como
la tierra no puede aterrizar en ningún lado, lo que hay dentro de la tierra, es
todo lo que hay ( máxime, digo yo, si encima la luna es un pedazo de roca seca).
Es decir si agotamos algo (en ese momento ya era palpable para el carbón y empezaba
a advertirse para el petróleo y que,
poco después, se constataría con la crisis que contextualizó a Estocolmo) eso
no se repone solo, empieza a “no estar”. En segundo lugar y simultáneamente, se
había dado inicio de la comunicación a escala planetaria, la ya señalada
llegada del hombre a la luna, el mundial de México, pero también la televisación de las explosiones atómicas
francesas en el Atolón de Mururoa, que vistas por millones de telespectadores
sonaron a delirio, a juicio final. Es decir dos hechos tecnológicos de avanzada,
presentados mundialmente por un tercero, dan cuenta de pronto de la finitud y así
se llega a Estocolmo, con la particularidad de que Estocolmo, nos dice Guimarães,
es un encuentro de biólogos, no de políticos, lo que los políticos piensan es: mandemos a
los biólogos para que nos limpien el cenicero, para seguidamente seguir fumando
y poder poner nuevos cigarrillos. Pero, bueno, en Estocolmo pasan otras cosas y
se crea la llamada Comisión Brundtland que, tras años de trabajo, presentó un informe
demoledor que podría resumirse en que no se puede seguir en una línea de
desarrollo como la que estaba pues era insustentable y que :"El desarrollo sustentable es aquel
que satisface las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer la
capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias
necesidades".
El informe Brundtland,
cuya presentación antecede a la Conferencia de Río de 1992, es casi
contemporáneo a la caída del muro de Berlin, y desde la perspectiva europea,
del fin de la posibilidad de que todos nos matemos en una guerra nuclear,
posibilidad latente desde 1950 y que pesaba en la cosmovisión de los europeos,
por lo que Río también llega con una renovada esperanza y de allí surgen
planteos serios para que la sustentabilidad no sea solo limpiar el cenicero,
sino que incluya los aspectos necesarios para que la justicia socio ambiental
llegue a todos los seres humanos.
Pero las esperanzas de
Río se empantanan con la aparición del evangelio neoliberal y, a pesar del
Protocolo de Kyoto y demás intentos, llegamos a Johanesburgo en 2002, meses después del atentado de la Torres
Gemelas que retrotraen al mundo a las peores pesadillas de las guerras
imperiales, empieza Afganistán, sigue Irak, etc., etc. Puede que las cosas se
agoten, pero mientras tanto, nosotros los poderosos nos quedamos
salvaguardándolas, para nosotros, obvio.
Y es en ese marco en
el que llegamos a Río +20. Que, señala Guimarães, fracasará, pues es imposible
que busquemos una solución encaminada a una definición superadora incluso del informe Brundtland. Europa es un espacio que
tiende a estallar, que en los 10 años del euro fue manejada por un mix de tecnócratas
alemanes y gurúes de Lehman Brothers ( en adelante L.B), conducida a cúspides
incesantes de consumos insustentables, a flexibilizaciones laborales, etc. que
escondían fabulosos negocios financieros amañados por los ilusionistas de L.B.
Y Europa estallará,
vaticina Guimarães, pues para curar las heridas dejadas por L.B se designó: para
dirigir el Banco Central Europeo a un miembro de L.B, para dirigir a Grecia, al
experto, Venizelos, que L.B puso para dibujar los números para que Grecia
entrara a la zona Euro, para dirigir a Italia a Monti que es otro experto de
Lehman Brothers y Rajoy sale a tapar los agujeros que Rodrigo Rato ( hombre
fuerte del Partido Popular de Aznar y ex Director del FMI) dejo en Bankia y le
implican a cada español haberse levantado el domingo pasado con 100.000 millones de euros de rescate es decir 2000
euros más de deuda por cada español , euros más euros menos, en menos de 8 hs
de sueño. La cama más cara del mundo.
Mientras tanto, la FAO (en octubre pasado)
emitió un informe en el que denuncia que en el mundo hay 1000 M de personas con
hambre y que serían necesarios U$S 30.000 M para solucionarlo. En otras
palabras, el auxilio a Bankia (¡Solo a Bankia! Sin considerar el que recibió el
Banco Ventral Europeo, los bancos yanquis, los Estados español, portugués,
griego, etc., etc.) representa casi cinco años sin hambre en el MUNDO entero.
Por ello, y porque los
países de la región no salen del tándem inversiones-desarrollo- crecimiento
como paradigma, es imposible que el encuentro que se inicia en Río sirva para
algo, en especial señala Guimarães, porque el país anfitrión, Brasil, cuya
importancia en la primer Río fue innegable, ahora con un gobierno mucho más
progresista que el de aquel entonces, no hará los planteos que debe hacer,
entre ellos Guimaraes propone que así como el África se quedó con el PNUMA, América
Latina tiene que ser sede de un organismo de Naciones Unidas que controle la
banca mundial y se desactiven los acuerdos que nos rigen desde la posguerra.
Visto que EEUU y
Europa no han conseguido ponerle límites al capital financiero debería ser A. Latina
la que encabece un ente que rediscuta el manejo de los flujos financieros
mundiales.
Al no tener propuestas
de cambio, lo que se discutirá es Economía verde ( un versión light del agrobussines)
si o no. Y hasta allí se llegará, otra década perdida.
Rusvi Tahan
[1]
(*) Roberto P. Guimarães es doctor en
ciencias políticas con licenciatura en administración pública. Miembro
permanente del departamento de desarrollo sostenible de la CEPAL (Santiago de
Chile). Y uno de los responsables brasileños de Río 1992.
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