Rusvi Tahan
Vicenç
Navarro
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Se está
promoviendo en los medios de mayor difusión del país el mensaje de que los
países de la periferia de la Eurozona, Portugal, Irlanda, Grecia y España,
(llamados PIGS, ahora conocidos, al añadirse Italia, como GIPSI) tienen que
hacer grandes sacrificios a fin de garantizar la existencia del euro, el cual
se presenta como en peligro de desaparecer. Aparecen impactantes titulares en
tales medios que señalan la cercana muerte del euro o que la última reunión del
Consejo Europeo salvó al euro (implicando que de no tomarse las decisiones que
se tomaron, el euro habría desaparecido). Existen variaciones de este mensaje.
Una de ellas es la que afirma que, para salvar al euro, Alemania tendrá que
presionar para que se expulse a Grecia. O al revés, se afirma que Alemania,
cansada de ayudar a los países periféricos, saldrá del euro y recuperará su
propia moneda, el marco, matando así al euro.
El euro,
sin embargo, nunca ha estado en peligro de desaparecer, y continúa con buena
salud, sin ningún peligro de fallecer. Veamos los datos. Cuando fue
establecido, un euro valía un dólar. Hoy el euro está sobrevalorado, siendo su
valor monetario superior al del dólar. El hecho de que haya bajado algo durante
estos últimos tres años no quiere decir que esté desapareciendo. En realidad,
no les iría mal a los sectores exportadores que hoy están teniendo
dificultades, que el euro bajara más. Las exageraciones (parte del lenguaje
sensacionalista que caracteriza a la mayoría de los medios) que acentúan que el
euro está en peligro de desaparecer no tienen ninguna base real. Miren la
evolución del precio del euro en los últimos cuatro años y lo verán. El euro no
está en peligro. Ahora bien, les aseguro que este mensaje de que el euro está
en peligro continuará promoviéndose, pues tiene como objetivo promover un miedo
que haga más fácil aceptar las medidas altamente impopulares que se están
imponiendo a la población.
Otra
aseveración que carece de credibilidad es que puede llegar un momento en que
Alemania presione para que se expulse a Grecia. Lo último que el capital
financiero alemán desea, es que este país deje el euro, por la sencilla razón
de que el impacto contaminante que tal salida tendría en los países GIPSI sería
devastador para el sistema financiero alemán. La banca alemana tiene invertido,
por ejemplo, en España, 146.000 millones de euros, y en Italia 134.000
millones. La salida de cualquiera de estos países GIPSI del euro afectaría muy
negativamente el pago de tal deuda a Alemania y la banca alemana y su gobierno
son plenamente conscientes de ello. En realidad, es sorprendente que los
gobiernos de estos países periféricos no hayan utilizado la amenaza de salirse
del euro como medida negociadora con el gobierno Merkel. Sea como sea, pueden
estar seguros que para bien o para mal (según usted valore los beneficios o
perjuicios que el euro haya tenido) ningún país será expulsado del euro.
Alemania
es el país de la Eurozona que se ha beneficiado más de la existencia del euro
Pero lo
que hace incluso más inverosímil la observación de que Alemania deje el euro es
que este país, es el que más se ha beneficiado de la existencia del euro,
beneficio que se ha centrado primordialmente en su banca y en su sector
exportador. Como reconoció el dirigente socialdemócrata alemán, el Sr. Sigmar
Gabriel, en su crítica al comportamiento del gobierno Merkel, Alemania, desde
que se estableció el euro, ha ganado la friolera cantidad de 556.000 millones
de euros más de lo que se ha gastado en lo que se conoce como “ayuda
financiera”. En realidad, Alemania no ha gastado en este último capítulo,
“ayuda financiera”, lo que le correspondería por el nivel de riqueza que tiene.
Paga incluso menos, proporcionalmente, de lo que paga España. Alemania da un
porcentaje a los fondos de rescate financiero MEDE menor que España (un 27% versus
un 29.8%).
Esta
percepción de Alemania como la gran pagadora de los gastos de ayuda
(promoviendo un “victimismo” muy rentable políticamente en su propio país) no
se corresponde con la realidad. Toda la evidencia científica muestra que
Alemania es el país más beneficiado por la existencia del euro. Y, siendo el
país que tiene mayor capacidad decisoria en la Eurozona (en gran parte debido
al dominio del capital financiero alemán en el BCE y en la Comisión Europea),
les garantizo que habrá euro para años, y los países periféricos continuarán
sufriendo las políticas de austeridad que se les imponen, no para salvar al
euro, que tiene buena salud, sino para pagar la deuda a la banca alemana, todo
ello presentado con una narrativa de que el sufrimiento de la población les
hará mejores y más competitivos, ignorando con ello un hecho evidente: el euro
ha sido un enorme obstáculo para que estos países GIPSI puedan competir con los
productos alemanes, pues no pueden devaluar su moneda para abaratar sus
exportaciones y competir así con Alemania.
Y por si
ello no fuera suficiente, la banca alemana, que controla el BCE, utiliza este
banco (que como he señalado repetidamente, no es un banco central sino un lobby
de la banca alemana) y chantajea a los estados GIPSI condicionando la compra de
su deuda pública a que se hagan más competitivos bajando los salarios y
reduciendo su Estado del Bienestar, conduciendo a estos países a marchas
forzadas hacia la Gran Recesión, camino de la Gran Depresión. Y todo ello, en
teoría, “para salvar el euro”, todo ello dicho y hecho con la gran complicidad
de los mayores medios de información y persuasión, influenciados por (o
endeudados con) el capital financiero.
Una
última observación. Cuando digo Alemania me estoy refiriendo a la estructura de
poder de aquel país, es decir, a los establishments financieros, empresariales
del sector exportador, mediáticos y políticos del país. Este establishment es
responsable, no sólo de la austeridad impuesta (con la complicidad de los
mismos establishments de los países GIPSI) a las clases populares de los países
periféricos, sino también a la clase trabajadora alemana, cuyo standard de
vida, nivel y masa salarial y protección social ha ido descendiendo en los
últimos años de gobiernos socialdemócratas-verdes y gobiernos
cristianodemócratas-liberales. Fue Oskar Lafontaine, una de las mentes más
lúcidas hoy en Europa, quien, siendo Ministro de Finanzas durante el gobierno
del canciller Schröder, propuso aumentar los salarios y la protección social
como medida de estimular la economía alemana y europea, lo cual no se hizo,
escogiéndose, en su lugar, imponer las políticas de austeridad que han
beneficiado al sector exportador y a la banca alemana. Si Oskar Lafontaine
hubiera ganado aquel pulso, Alemania y Europa estarían hoy en otra situación.
El
trabajador alemán tiene mucho en común con el trabajador griego, español,
italiano, portugués e irlandés, aunque al establishment alemán le aterra la
idea de que esta coincidencia de intereses se traduzca en un movimiento
opositor a nivel europeo, trabajando cuarenta y ocho horas al día, a través de
los medios, para evitar el desarrollo de esta concienciación de intereses
colectivos, utilizando el nacionalismo (refiriéndose a Alemania como “victima”)
y el racismo (refiriéndose a los trabajadores griegos como “vagos”) para evitar
esta coalición de intereses. Así de claro.
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