viernes, 27 de enero de 2012

Neoliberalismo explicito

No interesa que todos veamos la crisis europea por Tv, mucho menos interesa que todos recordemos el corralito y el corralón en la Argentina.
Ni hablar de aquellos que sufrieron la 1050. No nada de eso importa, los banqueros a quién Carlos Marx le dedico un monton de escritos en la crisis de 1848 tienen defensores acerrimos. Que la nota editorial del Diario Río Negro exhiba tan descarnadamente la defensa de estos indefendibles merecía que yo la levantara en mi blog para que todos seamos conscientes de lo lejos que estamos de una victoria contra el Capital concentrado, ahora devenido en capital liquido financiero inasible. Solo en esa condición se explica que los banqueros engorden con el dinero legal y mucho mas con el ilegal de la droga , las armas y las coimas. Amigos tómense un garombol y lean la nota.
Rusvi Tahan

Editorial del Rio Negro del 26-01-12
Poderoso caballero…
El mandamás de la economía argentina, Guillermo Moreno, dista de ser el único convencido de que los banqueros son enemigos de la patria, cuando no del género humano. Detalle más, detalle menos, comparten su punto de vista centenares de miles de "indignados" diseminados por el planeta, clérigos de virtualmente todas las confesiones y una multitud de políticos como el candidato presidencial francés François Hollande que, al poner en marcha formalmente la campaña que, según las encuestas de opinión, bien podría llevarlo al Palacio del Elíseo, desalojando a su ocupante actual Nicolas Sarkozy, aseguró que su adversario principal "no tiene rostro, ni nombre, ni partido" ya que "es el mundo de las finanzas, que ha tomado el control de la economía, de la sociedad y de nuestras vidas". Para castigar a los financistas, comenzando con los banqueros, Hollande se ha comprometido a obligarlos a acatar reglas mucho más severas que las vigentes, conformarse con remuneraciones más reducidas que las conseguidas últimamente y gravar sus transacciones. También quisiera que los gobiernos europeos crearan una agencia de calificación propia, sin que se le haya ocurrido que, por ser cuestión de un organismo gubernamental, su influencia sería muy escasa.
Se trata de medidas que muchos jefes de Estado –entre ellos, Sarkozy– están procurando impulsar desde la caída en bancarrota de Lehman Brothers en setiembre del 2008, pero hasta ahora ninguna propuesta en tal sentido ha prosperado. La razón es sencilla: si los financistas más importantes se creen perseguidos en un país, se trasladarán enseguida a otro, llevando consigo sus negocios. Para impedirlo, sería necesario un pacto internacional, pero abundan las jurisdicciones –los emiratos del golfo Pérsico, China y otros países asiáticos, además de la ciudad económicamente autónoma de Hong Kong– que estarían más que dispuestas a acoger a "refugiados" financieros europeos o norteamericanos.
Otra dificultad consiste en que, mal que bien, los financistas desempeñan un papel económico que es imprescindible. Si bien sus actividades son a menudo misteriosas, casi todos los intentos de prohibirlas o sólo regularlas para que se ajusten a un código ético menos flexible que el existente han resultado ser contraproducentes. Desde hace miles de años, regímenes dictatoriales o teocráticos están luchando contra "el mundo de las finanzas" con métodos que en ocasiones han sido extraordinariamente crueles; con escasas excepciones, sólo han logrado depauperarse a sí mismos. De no ser por el inconveniente así supuesto, los financistas, encabezados por los banqueros cuya presencia tanto enoja a personas como Moreno, nunca hubieran llegado a disfrutar de su poder actual.
Antes de iniciarse la crisis que puso fin a una etapa de crecimiento –y de endeudamiento– vigoroso, pocos se preocupaban por las ganancias impresionantes de los "amos del universo" financiero. Para todos, salvo una minoría de moralistas o ideólogos anticapitalistas, "robaban pero hacían". Así las cosas, puede atribuirse la hostilidad ya generalizada hacia quienes se las arreglan para enriquecerse manipulando cantidades ingentes de dinero a la frustración que tantos sienten frente a la impotencia aparente de los gobiernos occidentales que son claramente incapaces de "subordinar lo económico a lo político". Aunque muchos quisieran creer que la crisis se debe a la anarquía financiera y a la codicia sin límites de banqueros que acumulan decenas de millones de dólares o euros sin producir nada tangible, las causas fundamentales son un tanto más profundas. Tienen que ver con el envejecimiento de todas las sociedades ricas, con el endeudamiento excesivo, con los costos a la larga insostenibles del Estado de bienestar, con la tendencia natural de los políticos democráticos a seguir aumentando el gasto público y con la irrupción reciente en los mercados internacionales de países emergentes como China. Así, pues, aun cuando resultara factible minimizar el papel de las finanzas para que en adelante los banqueros se limitaran a dar créditos a empresarios productivos y a los deseosos de comprar bienes de consumo, los países ricos no se liberarían de los problemas angustiantes que están enfrentando y que, tal y como están las cosas, no parecen estar en condiciones de superar.

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