IMPERDIBLE
03 jul
2013
Por Juan
Carlos Escudier. Publico. ES
A Evo
Morales le han hecho pernoctar en Viena, que es un sitio estupendo para pasar
una noche toledana. Viajaba el boliviano de Moscú a La Paz cuando varios países
europeos decidieron retirarle las autorizaciones para sobrevolar su territorio,
no tanto porque pensaran que el hecho de que un indígena viaje en un avión
presidencial es más sospechoso que Urdangarin jugando al Monopoly -que eso, al
parecer, ya lo tienen medio asumido- sino porque temían que hubiera escondido
en su interior a Edward Snowden, el exanalista de la CIA que tiene a Obama de
los nervios.
Los
europeos somos así. EEUU espía a nuestros gobernantes hasta en la ducha, pero
en el Viejo Continente no somos rencorosos y basta una orden de Washington para
que corramos en su auxilio ante la amenaza de que el joven que denunció este
espionaje precisamente ponga en aprietos al Imperio. Con Morales, además, es
que no se puede uno fiar, porque no sabe lo que es la seguridad jurídica ni el
ordenamiento jurídico ni nada que tenga que ver con lo jurídico en general.
Por esa
razón, un puñado de los países más respetuosos con la ley decidieron hacerse
con ella un avión de cartulina y obligar a Morales a efectuar un aterrizaje de
emergencia en Austria, pasándose de paso por el forro todos los convenios
internacionales en materia de navegación aérea que aseguran el libre tránsito
sin permiso previo. Y es que el presidente de Bolivia no respeta nada.
España,
en esta ocasión, ha vuelto a ocupar su lugar en la historia como soñaba Aznar,
que no es otro que el de la genuflexión ante el amigo americano. Se demuestra
también que cualquier cuento, incluido el de Caperucita, puede cambiar una
barbaridad en poco más de diez años. En aquellas fechas en este país no se
preguntaba nada a los aviones con tipos de la CIA en su interior que
aterrizaban en nuestros aeropuertos, especialmente si como pasaje viajaban
supuestos miembros de Al Qaeda secuestrados por los servicios de inteligencia
de EEUU y en rumbo a Guantánamo para poder ser torturados en ese clima tropical
tan benéfico.
Como
entonces, España ha estado a la altura de las circunstancias. No sólo negó el
paso al avión de Morales sino que trató de enviar a su embajador en Viena a
investigar dentro del aparato con la excusa de tomarse un café con el
mandatario boliviano y certificar así si entre la tripulación estaba Snowden
disfrazado de azafata o, en su defecto, comprobar si Morales había aprovechado
su paso por Moscú para cargar de ‘estrangis’ unas latas de caviar de beluga,
dificilísimo de encontrar en el altiplano.
Aunque se
haya demostrado que Snowden ni estaba ni se le esperaba, Morales debería
entender que no puede viajar por el mundo en avión impunemente. Hay que cumplir
unas reglas, un protocolo. Debe someterse a la ley del hombre blanco y dejarse
de pachamamas y otras gaitas. Rajoy, que tiene buen corazón, le permitía esta
mañana sobrevolar la madre patria y hasta repostar si lo deseaba. Tendría que
estarnos agradecido.
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