Que hay una guerra de baja intensidad, pero guerra al fin,
no puede pasar desapercibido. La guerra contra el gobierno de Cristina Fernández
no lo es tanto por el carácter revolucionario al modo socialista, sino por su
pequeño intento de reafirmar el rol del estado como mediador social entre ricos
y pobres.
No está en peligro el sistema capitalista ni mucho menos, la
sociedad argentina, mal que nos pese, es mucho mas capitalista y consumista de
lo que uno quisiera. En parte por la misma génesis del peronismo, del que los
K. son tributarios. La repartija de bienes sociales alcanza para “conformar” al
grueso y a partir de allí se escalonan nuevas demandas para acceder a bienes
que son usuales en la burguesía de mayor poder adquisitivo. Los viajes al
exterior son un claro ejemplo, en cuotas y con una tarjeta pedorra cualquiera
va a la Isla Margarita. Y eso es bueno y malo. Bueno porque todos tienen
derecho a las mieles del Caribe, malo porque en lugar de demandar más
distribución de la riqueza de los poderosos, se encachilan con el gobierno
porque no le venden los dólares que los poderosos escatiman, esconden, evaden ,
elusionan, llamémoslo como lo llamemos, en mi barrio se llamaba esconder la
leche. Y como los ricos evaden , evadimos entonces todos.
Y esta “puja distributiva” no es acompañada por igual
comprensión a los límites que la propia sociedad le pone al gobierno. Es decir
la guerra es evidente y desde hace 6 años, por diversos motivos, incluida
cierta misoginia política, se desarrolla en el terreno económico, pero más que
nada en el de la hegemonía cultural.
Como era de esperar, sorprendidas las corporaciones en un
primer momento por la reacción del gobierno a su derrota por la 125, han
decidido pelear en ambos terrenos a la vez, el económico escondiendo la leche y
apoyándose en las propias debilidades del encuadre de la política gubernamental
y por el otro en la farandulización de la política, haciendo de la anti
política el centro de su mensaje. No otra cosa es la decisión de “comprar el
pase de…” aquellos que estaban en venta. Como diría un amigo parafraseando a
otro: “ señor no me siga ofreciendo porque me tentaré”. Así Lanata por ejemplo
se disfraza en sus programas o hace cuando menos una pobre imitación de Pinti,
que previamente, recordemos, ensayo en el teatro de revistas.
Asi obtuvieron el pase de Massa y otros. Un pase que tampoco
debería sorprendernos, la política y la
Argentina no es una excepción mundial esta llena de oportunismo. Y para hacer política
en el modelo actual hace falta mucho dinero. De allí que sin pudor los
candidatos deambulen entre gremios, empresarios y embajada yanquie.
Como la izquierda también se farndulizó, tomemos a Pino,
pero recordemos a Altamira en “la cama con Moria” o brindando con champan con
Chiche Gelbung, no hay mucho para esperar de ellos. Menos ahora que creen que
la revolución esta a la vuelta de la esquina, iniciada curiosamente en las dos
provincias más conservadoras de la Argentina Salta y Mendoza. Mal nos vemos.
Esta guerra de baja intensidad solo se ganara con inteligencia,
en especial sin claudicaciones. Y como es eso, bueno hay que avanzar en el
control del comercio exterior, y no con el chiquitaje de las compras on line
sino contra el manejo granario. Si no controlamos a los cinco grandes, en
especial a Cargill estamos fritos, ¿es posible?. Si, se puede dar esa batalla
hoy en debilidad, ¡si! Si como contrapartida se anuncian otros cambios para el
campo popular. Total perder por nockout o por puntos es lo mismo. Debemos
perder, si es necesario, poniendo una baza más lejos que las anteriores, por lo
menos cerquita de la Junta de Granos y el IAPI, dando muestras de valor, diciendo esto es lo
que hay que hacer. Alguién piensa que en China el manejo del comercio lo hacen
las multi. Se llevan la torta, si, se llevan pero hasta donde se el manejo es
de los chinos.
Lo seguro es que no será limitando solo a las clases medias
bajas como se ganará esta guerra.
Veremos si estamos a la altura.
Rusvi Tahan
No hay comentarios:
Publicar un comentario