martes, 20 de mayo de 2014

A la derecha de su pantalla señora. El mundo feliz. Parte II.




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Como decía hace un par de semanas, a la manera de un antiguo comentarista televisivo, esta nota advierte sobre la enorme tendencia mundial a correrse a la derecha. Un corrimiento que tiene sus raíces en los enormes cambios económicos impuestos de la mano del pensamiento neoliberal.

En que consisten esos cambios y como se traducen en la realidad argentina actual y sus implicancias a futuro es el tema que quiero tocar hoy.

Se ha puesto de moda, Zaiat primero y luego otros, citar a Thomas Piketty, profesor de la Ecole d’Economie de Paris, quien en su libro: El Capital en el siglo XXI nos informa, en función de estadísticas muy bien elaboradas, que Marx, si bien como dice Serrat esta muerto y enterrado, tenía razón, aunque, obvio, los economistas no lo dicen así, que la tendencia general del capital es concentrarse cada vez en menos manos.

Esto es algo que cualquiera de nosotros, gente de a pie, sospechábamos, pero que no teníamos la data salvo nuestra mirada de la realidad que nos rodea y ver que las Hilux se multiplican como hongos a nuestro alrededor en manos de prósperos nuevos y viejos ricos y que la diferencia entre estos prósperos y los asalariados y los pobres y sin trabajo son cada vez mayores.

Pero Piketty si aporta un dato nuevo y es que no solo el capital se acumula en menos manos, sino que dejó de ser capital productivo empresarial para ser capital patrimonial, es decir de personas y familias como si estuviéramos en pleno siglo XIX. El 10 % de la población se queda con la mayoría del ingreso mundial y que dentro de esto el 1% ( formado por directivos de empresas y bancos) se queda con la parte del león.

Los editorialistas económicos de los medios, cuyos dueños están entre esta gente, llámense Murdoc, Ted Turner, Magnetto, Berlusconi, Slim, Manzano, Vila, Aidar ,Garcia Moreno, para ponerle nombre al patrimonio, nos explican que las desigualdades son el precio que una parte de la sociedad -los pobres- debe pagar para asegurar una mayor eficiencia que favorece al conjunto de la “economía”.

¿Cómo llegamos a esto? Después de las décadas de bienestar de posguerra, y con la crisis del petróleo en la década del ´70 se inicia un proceso que revierte el estado de bienestar. Primero se lleva a cabo en nuestros países, con los métodos por nosotros conocidos: violencia, deuda externa , hiperinflación , destrucción del tejido productivo y de los salarios. La Argentina sufrió todos pero como solo aquí hubo peronismo, en general basto con algunos para ajustar el tercer mundo a la nueva realidad.

Luego, una vez que la Unión Soviética se derrumbó y, los rusos, de jefes del partido pasaron a ser magnates , el ajuste se trasladó, lento pero firme, al último bastión del Estado de Bienestar: la vieja Europa. El proceso de ajuste europeo concentra y resume los principales postulados de la doctrina neoliberal: crear un marco político que reduzca a la mínima expresión la gestión de la economía a través de las políticas macroeconómicas, bajo la premisa de que el mercado constituye un sistema estable que tiende a autorregularse. La crisis ha revelado de manera despiadada la auténtica naturaleza del proyecto europeo: una gigantesca operación política orientada a secuestrar la soberanía popular y sustraer las políticas económicas al control democrático de la ciudadanía.

De tal suerte que, elegidos democráticamente o no, Europa es gobernada por Goldman Sachs y la Merkel. No importa si hablamos de Grecia , Portugal, España, Italia o Francia. La implantación del euro hizo desaparecer las monedas nacionales, que constituían uno de los principales símbolos de la soberanía. De este modo, los Estados renunciaron al principal instrumento del que disponían para afrontar los desequilibrios comerciales internacionales: la devaluación de la moneda. Eso para los desmemoriados no es otra cosa que “la convertibilidad “ y el modelo financiero de Martinez de Hoz y Cavallo, a la europea.

Los países del sur de Europa, al igual que en la Argentina de los 70,80 y 90, emprendieron drásticos recortes en el gasto público para satisfacer aquel objetivo. Sin embargo, los recortes no han hecho sino agravar los problemas de crecimiento y alejar los objetivos de reducción del déficit, provocando una espiral diabólica que agudiza y empeora la situación de crisis. España ya debe 60 % más que hace 4 años, es decir la deuda externa impagable que teníamos nosotros.

Si el tipo de cambio ha desaparecido, la política monetaria ha sido transferida y la política fiscal se encuentra limitada por una estricta disciplina presupuestaria, la única variable que puede servir de base para un ajuste económico en una situación de crisis es la vieja rceta del siglo XIX, el ejercito industrial de reserva de desocupados y así se profundiza desocupación y la flexibilidad de los salarios. Con el agravante de la diversidad de ingresos que acrecienta la desigualdad al interior de la clase trabajadora.

Encima las nuevas y cada vez más perfectas maquinas desplazan día a día más y más trabajadores de la industria, sin que para nada se afecte la producción de las empresas que por el contrario tienen cada vez más capacidad de satisfacer la demanda global.

Esto es para la electrónica, los autos y la comida. Basta ver como funciona el capitalismo en aquellos lugares donde la eficiencia es total para entender que no es un problema de que no podemos satisfacer la demanda de la población mundial, sino que no queremos hacerlo pues: “creemos en la desigualdad”.

Cuál sería la salida a nivel global clásica: el momento en que 45 millones de trabajadores sin empleo regresen al mercado de trabajo en el mundo.

Pero no, los neoliberales no están preocupados por eso sino por la “numerología” de la recuperación del PBI global. La cuenta se hace así: “se mide el producto bruto de cada sociedad, se construye la serie histórica, y no bien se detiene la caída dando inicio a una nueva tendencia, comienzan a repicar las campanas de la victoria. La pregunta inevitable: ¿victoria de quién? Y por tanto: ¿victoria para cuánto tiempo?. ¡No interesa!. La política de recortes permite entender que no sólo se reduce el salario de bolsillo, se trata de la transferencia de ingresos más importante realizada contra el ingreso popular. La derrota de la izquierda, la victoria conservadora reabrió el camino para una crueldad histórica sin para qué, ya que la producción está en condiciones de satisfacer la demanda. Insiste Horowitz en una nota de Tiempo Argentino.

Seamos claros no hay posibilidades de retomar a los 45 millones en el contexto actual, la única manera es reduciendo la jornada y achicando la edad jubilatoria, es decir sacando del mercado laborar brazos, pongamos los 45 millones. Se puede, si porque las maquinas hacen eso sin hacerse problema. Pero eso no es que no sea posible va en contra de la religión del esfuerzo, de la oda al trabajo y de la ideología que sostiene que “ni mierda somos todos iguales”.

Obvio, todo esto tiene que ver con nuestro futuro como dice Horowitz: “ a nadie se le escapa que el escenario económico de 2015 incidirá en el resultado electoral”. Para la economía nacional, el fin de la crisis global está estrechamente ligado a los cambios de comportamiento de su principal asociado, Brasil y a que China siga comprando, un nuevo triangulo económico como el de inicios del siglo XX entre Gran Bretaña, EEUU y Argentina.

Pero nosotros, pese a políticas que procuraron darle otra entidad al estado no hemos podido aún superar el largo proceso de pauperización que se inicia a mediados de los '70.

Si uno analiza las estadísticas no desde 2001 sino desde 1975vemos que el poder de compra del salario promedio de la última década pese a su fuerte crecimiento, sirve para comprar la mitad de lo que se compraba en 1975 y todavía se encuentra un poco por debajo del promedio de los '90. Esto se produce porque estamos en el mundo antes descripto, el empleo que se crea en los últimos años se concentra en las ramas de salarios más bajos (mientras en 2003 ocupaban el 58,5% del mercado laboral privado, hacia 2012 ocupaban el 61,46%), por el alto nivel de trabajo en negro y por el estancamiento del salario en el empleo público. El dato, insistimos, de los últimos años es que no basta con tener un empleo para salir de la pobreza.
Que hizo el gobierno: en la medida en que aun con empleo no hay garantías de salir de la pobreza, las políticas asistenciales se convirtieron en complemento salarial y condición para la reproducción de amplios sectores de la población.
¿Por que no hemos salido después de 10 años? Sencillamente porque las condiciones del capitalismo mundial cambiaron tan profundamente que solo en la productividad agraria, y por las enormes ventajas de la Pampa Húmeda, estamos a la cabeza de la producción mundial. Las empresas, salvo las del complejo agroexportador, que acumulan en la Argentina son ineficientes por su baja escala. Por ello, para sobrevivir a la competencia necesitan compensaciones. De allí que la renta agraria ha sido la fuente de estas compensaciones, y la limitación en los salarios se convierte en otra fuente de compensación.

Sobre ese esquema novedoso y arduo deben pensarse las acciones públicas del futuro. Un debate complejo del que poco se habla ya en plena campaña electoral.

Insisto lo que hay que discutir, acá y en todo el mundo, es que si hay aumento de productividad, y esto significa que se puede producir la misma mercancía en menos tiempo, pongamos la mitad del tiempo, no se deduce inmediatamente de ahí que se deba expulsar trabajadores. Hay tres alternativas: o se produce el doble de la misma mercancía y se mantiene a todos los trabajadores empleados o se produce la misma cantidad de mercancías y se disminuye la jornada de trabajo a la mitad.

O lo que desean los ricos: se sigue produciendo la misma cantidad de mercancías y se echa a la mitad de los trabajadores.

No es la tecnología la que echa a los trabajadores. Es la lucha de clases, es quien se apropia del desarrollo tecnológico, que puede servir sea para disminuir la jornada de trabajo o para aumentar las ganancias de los empresarios. ( cftr. Emir Sader, Publico.es)

Lo que llaman “desempleo tecnológico”, alegando que la tecnología necesita menos mano de obra, produciendo más con menos trabajadores, es un eufemismo para ganar más plata y no pagar el “impuesto a las ganancias y a las herencias” que esta nueva etapa requeriría para mantener la igualdad social.
Aún con todos sus intentos el actual modelo no ha logrado revertir, no podría haberlo hecho solo en este mundo, una tendencia mundial. Si para el neoliberalismo el fin último es la ganancia de algunos, la pobreza, como señala Tamara Seiffer en Tiempo Argentino, más allá de la fluctuación de los indicadores clásicos, no es una deuda pendiente del modelo sino la condición para su funcionamiento.

Por ello es que, si aún con este gobierno esto no se ha podido revertir, el retorno a planteos mas neoliberales, y por ahora la larga lista de candidatos con posibilidades solo nos la vaticina, nada bueno pareciera esperarnos si no logramos que gente “menos asimilada” al modelo neoliberal nos conduzcan a futuro.

Rusvi Tahan



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