jueves, 20 de enero de 2011

El mundo árabe y los cambios cosméticos del capitalismo.

Bagdad. Momentos después de que el presidente tunisiano, Zine el-Abidine Ben Ali, fue expulsado de su palacio, empezaron a volar mensajes en una región que históricamente se horroriza ante la perspectiva de que un líder árabe sea echado del poder por su propio pueblo.
“Hoy Ben Ali, mañana Hosni Mubarak”, afirmó un observador, refiriéndose al Mandatario egipcio que lleva muchos años en el poder. Otro internauta sentenció: “Las revoluciones son como fichas de dominó”.

Así encabezaba sus notas un diario mexicano, un día antes Robert Fisk, desde The Guardian, daba una mirada complementaria de la actitud de las potencias europeas antes esto. Decía, palabras más o menos, que si bien en el discurso la democratización es un objetivo, junto a los Derechos Humanos y demás cosillas que sirven de muletilla para cuestionar a los dictadores, los europeos están cómodos en general con los autócratas orientales, y los prefieren a los islamitas.
No obstante de ser ciertas algunas de las visiones que nos llegan de Túnez podemos encontrarnos con un fenómeno de protesta laicista, es decir un cuestionamiento a los autócratas, pero también a los grupos religiosos que hasta no hace mucho aparecían como alternativa a la corrupción y seguidismo europeizante de la dirigencia árabe. Y esto es así pues los grupos religiosos, que habían armado una estructura de contención para aquellos sectores excluidos del reparto de la fenomenal riqueza que vía petróleo, turismo o drogas amasan los grupos de poder en noráfrica o medio oriente, no se han ocupado para nada de dar una discusión sobre otros temas que los jovenes del mundo árabe reclaman.
Máxime en una época en que, como no podía ser de otra manera, los yankees y europeos quieren que los países periféricos paguen las facturas de sus fiestas de progreso, y aplican medidas restrictivas o se ven obligados a cerrar o disminuir vínculos comerciales, turísticos, o a recolocar en sus países de origen a mucha mano de obra, negreada en la propia Europa, pero que hacia los laburos que antes los propios europeos se negaban a hacer. Es allí donde, como puede ser Túnez, una enorme economía informal, situación que atraviesa a todo ese grupo de países, se ve resentida por los problemas europeos, es decir su subsistencia real está amenazada, no hay guita de turistas, no hay remesas de inmigrantes, no hay movimiento de dinero por ningún lado.
Ahora bien quiero detenerme no en el aspecto económico actual, que es lo que permite aflorar el fenómeno, sino en intentar además analizar por qué ni siquiera las líneas de contención islamitas, que captaban a jovenes explotados y resentidos dandole un nuevo sentido a sus vidas, tan bien reflejadas en películas como Syriana, pueden contener o centrar la protesta en solo destronar al gobierno y restaurar un régimen religioso-político que gobierne.
La principal razón me parece que se centra en el hecho de que estos grupos islamitas, si bien cuestionan algo de la ratio occidental, lo más importante, la idea de supremacía del europeo sobre los otros grupos, no cuestionan de ninguna manera el sistema económico que sostiene todo el andamiaje. Es decir no discuten si no debe haber más pobres por ejemplo, la pobreza esta religiosamente naturalizada. Asi es que estos grupos son también funcionales al capitalismo.
Por otra parte los esquemas de contención religiosos excluyen a las mujeres, están dirigidos básicamente a los varones jóvenes. Es decir la mitad de la población, en el esquema islamita más ortodoxo, como podríamos ver en el Talibán, la mujer esta relegada a un papel secundario.
Que implica esto que señalo, que estos movimientos como en Túnez, están obligados a construir un nuevo encuadre teórico para sus luchas, podrán tomar algo de los jóvenes turcos o el primer Nasser, o de los Sirios y su partido Baas, pero deberán buscar una salida que los libere de las cadenas de sus líderes corruptos y de los cantos de sirena de los grupos ultra religiosos, estos dos actores serán, como lo fue el Talibán en su momento, las vías por donde las potencias, y el resto de las autocracias orientales como todos los reyes y emires que pululan, buscarán controlar el fenómeno y mantener la enorme desigualdad y dependencia de esos países para: a) mantener un enorme ejército de reserva desocupado de trabajadores que les sirva a Europa, b)mantener bienes ambientales al alcance de las negociaciones de las grandes compañías capitalistas.
Por eso el cambio será solo posible desde dentro y sin confiar en que nadie los ayude. Las diatribas contra los dictadores de los preocupados yankees o europeos, de izquierda o derecha, terminan en los Bancos Suizos.
Por lo pronto les cuento que mi amigo Abdul, desapareció de los lugares que sabía frecuentar.
Rusvi Tahan

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