lunes, 14 de mayo de 2012

Una discusión sobre el trabajo, el crecimiento y el futuro



Hoy plantearé una breve reflexión sobre lo que considero una discusión que hay que dar en el seno del mundo del trabajo y asumiendo el lugar de un trabajador
Es evidente, para mí al menos, que el  trabajo es ya  muy diferente del que, por lo menos para la gente de mi edad, era el usual en el Estado de Bienestar, a saber: casi pleno empleo, estabilidad y amplia cobertura social. Situación que nuestros padres y yo considerábamos como un piso del cual había que obtener aun más derechos. Ese Estado fue saboteado en el largo interregno que va desde 1976 al 2003 ( con énfasis en sus momentos más fuertes entre 1976-1982 y 1988-2001) .
Con su desaparición y la aplicación de las más salvajes normas de flexibilización laboral y de exclusión laboral se generó mucho más que un ejercito de reserva de mano de obra, se generó en realidad un enorme espacio de marginalidad, tal como hemos señalado en escritos anteriores.
A partir de la crisis del 2001 ese  Estado  con un esfuerzo enorme se está reconstruyendo, al menos parcialmente, hoy en día
La reconstrucción de ese Estado, parcial, insisto, hoy en día, a mi juicio, se debe no tanto a la falta de voluntad de los actores políticos más próximos a una propuesta justa de la distribución de la riqueza, como a las nuevas realidades del sistema capitalista. La enorme productividad del trabajo,  por la presencia cada vez mas intensiva de las nuevas tecnologías y las rémoras de la presión del, aún no vencido, esquema neoliberal.   Esquema que, vale la pena insistir, no fue epidérmico sino que caló profundamente en la estructura social y la cosmovisión de la sociedad. Imponiéndose, como lo que en realidad es, una religiosidad del mercado.
Para clarificar esto solo basta ver, a gran escala del capital, la robotización tanto en las tareas agrícolas como en las fabriles y,a menor escala, la inclusión de cada vez más eficientes herramientas manuales, incluso en espacios casi artesanales como es algunos oficios del  gremio de la construcción por ejemplo. Hoy en día cualquier electricista, plomero, o albañil cuenta con herramientas eléctricas o de precisión que aceleran enormemente su trabajo ( es decir aumenta enormemente su productividad).
Un camino, quizás el más simple, y uno sobre el que más se insiste desde los mensajes del modelo K. es aumentar enormemente el nivel de consumo general para tener más consumidores en todos los grupos sociales y entonces vía aumento de la demanda necesitaremos más mano de obra para producir esos bienes demandados. Esto, mucho me temo, es una carrera que puede no ganarse, pues con un operario calificado mas una maquina eficiente, obtenemos muchísimos productos más que hace apenas unos años.
Y justo es decirlo nos compramos el casette del “crecimiento” con un sesgo productivista y extractivista que implica el riesgo de impactar más profundamente sobre nuestro medio ambiente.
Por otra parte la movilidad que implican las variaciones tecnologicas exigen un "tiempo" de formación permanente.
Una alternativa, no novedosa pero cuidadosamente archivada, que me parece debe reconsiderarse es, contrariamente a lo que se pregona, aumentar el trabajo, vía reducción de la jornada laboral.
Esta propuesta me parece pertinente tanto en el ámbito público como en el privado.
En el primer caso, el ámbito público, la estructura actual de nuestra oficinas públicas implica que mayoritariamente el trabajo se desarrolle, para el grueso de sus trabajadores, excluyo a los jerárquicos o al estamento político, en un horario que va de las 7 a las 14 hs. este esquema, válido para épocas anteriores está totalmente desfasado con la complejidad actual, obliga a concentrar mucha gente trabajando en un espacio en poco tiempo sin que se aproveche adecuadamente el espacio laboral ( léase edificios) y que haya máquinas ( computadoras y otras) sobre exigidas o falten por imperio de que hay dos que necesitan usarlas, cuando sería más racional que se realizaran dos turnos diarios y que la atención al público fuera toda la jornada. Y demandas de construcción de cada vez más edificios públicos, usados la mitad de su tiempo útil, con suerte. Los gastos de estructura serían casi los mismos en cuanto a luz, calefacción o aires acondicionados, como ejemplo en nuestra zona hay que mantener la calefacción prendida todo el tiempo para mantener los edificios  con el confort  adecuado y en el Valle basta que se quede alguien para que pase lo mismo en verano con la refrigeración. Por otra parte los contribuyentes tendrían mucha más facilidad para poder acceder a las oficinas públicas. El Estado no tendrá excusas para ser ineficiente por falta de tiempo. Tendrá más opciones de control sobre los servicios públicos, sean tanto de gestión propia como privada.
Escucho los gritos de mis lectores/ oyentes sobre la “ineficiencia” del sector público , volveré a este tema en notas posteriores.
En el mundo privado y a los efectos de dar una mejor respuesta al problema de la desocupación o sub ocupación propongo modificar sustancialmente la carga horaria laboral. Grafico: en vez de 3 turnos de 8 horas diarias, 4 turnos de 6 horas, eso automáticamente incrementaría un 25 % más la demanda de mano de obra en algunos sectores, y hasta un 50 % en otros como la construcción, que podría contratar dos turnos diarios para obras de envergadura como barrios o escuelas. Imagino desde ya los gritos de los lectores empresarios/ oyentes ¿ quién pagará este costo?.
No tengo todas las respuestas, pero sugiero algunas ideas, el costo que se incrementa es básicamente el laboral, que en las actuales estruturas productivas no son como antaño, la mitad del costo de producción sino muchísimo menos. El costo de una cosechadora de ultima generación es enorme en relación al costo de un salario mensual  más  en relación a la renta agraria.
Por otra parte si es verdad que el trabajo dignifica , resocializa y reestructura el tejido social, es de esperar que una gran parte de los servicios destinados a seguridad, tanto pública como privada, se reduzcan al desaparecer la marginalidad y la violencia social implícita. Que el número de guarderías se reduzca porque los padres estarán más tiempo con sus hijos, por ejemplo.
Si es verdad que estamos obligados a atender socialmente con subsidios a los desocupados ese costo desaparecerá. Si el nivel de alimentación, el acceso a viviendas dignas y vestimenta crece se supone con cierto grado de certeza que se reducirán muchas enfermedades de origen social (desnutrición, etc.) que impactan enormemente sobre nuestro, de por si caotico y honeroso, sistema de salud.
Por otra parte si la gente cuenta con más tiempo libre puede, con obligación social obvio, por ejemplo dedicarse a separar la basura en origen o realizar tareas comunitarias que bajen costos comunitarios, aumentar su calidad de vida mejorando sus opciones de tiempo libre, bajando los costos implícitos de la alienación laborar y otras enfermedades que atraviesan y sabotean la productividad real. Podría extenderme aún más, solo tiro el tema a manera de disparador de una discusión mayor. Por último quiero agregar que  la carrera por el “crecimiento” exige como contrapartida también una discusión sobre el “decrecimiento” a niveles ambientalmente ( política, social, económica y ecológicamente) sustentables.
Rusvi Tahan

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