martes, 25 de junio de 2013

Un viaje inesperado





Cuando lo vi entrar a mi nuevo bunker del Hotel Cordillera debí imaginarme. Abdul parado frente a mi mesa, con una sonrisa de oreja a oreja, me dijo: Rusvi ¿ tenés el pasaporte al día?.
No me pregunten como me convenció, pero a la mañana siguiente estaba embarcado en el vuelo de Aerolíneas a Buenos Aires. Al llegar un amigo de Abdul, muy locuaz y simpático nos llevó directo al aeropuerto de San Fernando.
Allí nos esperaba un Lear Jet que despegó, luego de los trámites legales, con escala en  Cochabamba y de allí al aeropuerto de Letizia, en la Amazonia Colombiana.
El itinerario, en parte, fue idea mía, y el viaje total culpa mía. El escándalo Wikyleaks me ubico en un extraño lugar, casi un outsider. Y como tal fui convocado, a través de Abdul, obvio.
Seré breve, Snowden, el topo de Internet arrepentido, estaba  camino al exilio. Y nosotros, curiosamente, éramos sus guías para llegar a Ecuador.
Los yanquis hartos de tanto quilombo, como ya he explicado, superados por su despaciosa pero inexorable decadencia,  dispuestos a vender caro su espacio de potencia mundial, tan caro que no repararán en matar o limitar a todo aquel que ellos consideren sus enemigos, que por desgracia, salvo los aburridos británicos, son, potencialmente, todos, ordenaron capturar a el pibe topo. Cuando las autoridades rusas indicaron que estudian una petición de Estados Unidos para extraditar al ex técnico de la CIA, quien, recordemos, filtró información sobre programas de espionaje realizados por el gobierno norteamericano, pero, con esa sutil ironía que los caracteriza, señalaron que no lo pueden detener ni extraditar, ya que "no ha cruzado la frontera". Supimos que mejor evitáramos que el pibe cayera en manos del Kremlim.
El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, se procuraba asegurar que Edward Snowden este "sano y salvo" y que vaya camino de Ecuador a través de una ruta "segura" que, presumiblemente incluiría Rusia y "otros países". El canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, a su vez, informó que Quito estudia la solicitud de asilo.
Ahora bien una cosa es que los yanquis quieran capturarlo y que Ecuador estudie su asilo, a que ambas cosas se concreten.
Assange nos convocó para que lo ayudemos. Como llegar de China a Ecuador, lo primero, evitando la mayoría de los países muy dependientes de EEUU. Es decir evitar los países árabes cipayos, Sudáfrica y cualquier país de la Otan.
Así que sugerí que debía, vía Vietnam, Angola, y Brasil llegar a la Amazonia Colombiana. La idea era buena, aunque les confieso, cuando me baje del avión en Letizia y camine hasta el aeropuerto a hacer aduana, me picaron 10 mosquitos y me dije, no tengo una puta vacuna, así que si salgo de esta, le llevo una ofrenda a la Virgen de Lujan, protectora de los viajeros. Pobre Virgen, cualquier mosquito de allí te da una roncha inolvidable y después es una lotería lo demás.
Nos encontramos con Snowden en Letizia, que es una ciudad amazónica, profundamente amazónica, Snowden entró guiado por amigos de Abdul sin hacer aduana. Je. Je.
Casi ni hablamos con Snowden, de allí en una 4 x 4 alquilada a Cali, mi plan, aceptado, era sacarlo por el puerto de Buenaventura, en una Zodiac potente y entrar a Ecuador por mar,  pedir asilo directamente, evitando el lio que hoy tiene Assange, de estar en una embajada en un país que sufre miles de presiones yanquis.
En Cali mi amigo el Filosofo nos prestó una casa en el kilometro 18 de la ruta a Buenaventura. Era ideal, yo la conocía, en medio de la montaña, apartada de todo sin TE, sin nada, pero con comodidades básicas, bah.
En Cali, un enviado de Assange nos entregó una de esas valijas, que al decir de , eran mejor que una bomba, pues todo lo abrían.
El plan no era para nada complicado si lográbamos calmar a Snowden, evitando que haga alguna boludez. En especial que intentara comunicarse con alguien antes de llegar a Ecuador, así que lo único que conservamos fue mi cabezón Motorola, de Snowden nada, tiramos su celu a la mierda en un río amazónico y pasamos a un disco externo de un tera su info y, con una lagrima en los ojos hicimos lo mismo con su apple.
Recién confieso que en Cali, le preste atención. Un pendejo asustado, nos miraba extrañamente, veía  con espanto cuando entre Abdul, el Filosofo y un servidor nos casi bajamos un Ron de Caldas añejo. Una delicia. El tipo aceptó una cerveza y comió poco, veía nuestro sancocho preparado por una amiga del lugar, exquisito por cierto, y  se mantuvo a pan y papas fritas de paquete.
Anteojitos, hablaba rápido, me costaba entenderlo, pero les confieso que pensé, ¡pobrecito!. Su problema era que se había dado cuenta que lo estaban usando. ¿Y que pensabas?, pensé para mis adentros. Pero no el tipo era de lo mas simple, un autentico boludo americano. Un geniecillo que si lo sacas de la compu, no entiende nada. Convencido que América ( lo pongo en su cabeza y expresión) es libre, que el modo de vida americano no es eso que lo mandaron hacer, que se sintió decepcionado porque espiaba cuestiones de tecnología y estas, se expiaban para ser afanadas en realidad, ninguna amenaza para América. Que de un terrorista había 1.000.000 inocentes vigilados, eso si les choreaban cosas, datos, negocios, ideas, formulas. Se dio cuenta que en realidad era un vulgar ladrón. No un patriota.
¡Que boludo! Pensé nuevamente, pobrecito.
Salimos a Buenaventura de mañana, en un coche alquilado. El Filosofo iba conmigo en el asiento delantero, allí me di cuenta que usaba mi campera beige que le di en mi viaje anterior. Pensé, la segunda campera que me regalo la negra y que no tengo, la otra la perdí en un Via Bariloche. Bueno de 4 solo no tengo 2, es el fifty fifty peronista.
En Buenaventura nos embarcamos a Pianguita, evitando así que la Zodiac tuviera que hacer aduana, allí estuvimos dos noches esperando.
Snowden estaba cada vez mas cagado, el tampoco tenía vacunas, y menos ropa para estar por allí. Comió arroz blanco todo el tiempo, el pescado frito, excelente, ni lo probaba.
La Zodiac llegó al tercer día, un amigo de Nano en Quito nos la había contratado, sin preguntas, a puro dólar. Allí abandonamos a Snowden, que al vernos quedar en la costa se asustó mucho más. Habrá pensado, viendo al morochazo ecuatoriano, tan morochazo como el mundo negro de Buenaventura, que en realidad seguía en África, los yanquis no son muy buenos en geografía mundial. Pero hasta allí llegamos. Volvimos al tranco a Cali. Corroboré que su parque intelectual estaba floreciente y que el ron era excelente. Tome jugo de Lulo a lo loco. Volvimos felices. Supe por los diarios, que siempre parecen de ayer, que Snowden ya estaba camino a Ecuador.


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