Estamos en la puerta de una nueva batalla que puede cambiar
el sesgo de la discusión al interior de la sociedad argentina que quedó tras la
125.
En aquel momento gran parte de la sociedad acompaño el
movimiento de los dueños de las cosechas y las vacas que se presentaron como
los chacareros humildes, gauchos laburantes a los que el estado estaba quitándole
su esfuerzo histórico.
Esta paciente construcción histórica del “campo argentino y
sus gauchos sacrificados” iniciada pacientemente a fines de la década de 1910,
y que separaba a la “argentinidad campestre” de la anaquía socialista de tanos
y españoles brutos, se siguió edificando pacientemente y sin prisa durante todo
el siglo XX.
Cerrando el siglo la nueva revolución agrícola de siembra
directa, soja, transgénicos y glifosato más expocampo la empresa de La Nación y
Clarín renovaron el discurso del país granario.
De nada sirvieron las experiencias de miles de argentinos
que como yo, veían a estancieros ricos declararse insolventes ante la AFIP,
escondiendo existencias de animales y granos.
Pero hoy, por efecto del egoísmo supremo que tanto animaba
el meta-discurso de Adam Smith, muchísimos argentinos se preguntan porque si
salis a 30 km de cualquier ciudad de la Pampa Húmeda te cruzas con una legión
de Hylux y Amarok los dueños de los campos dicen que están quebrados.
Cualquiera se da cuenta que con esta devaluación los dueños
de la soja tienen para pagar las semillas y los insumos de dos cosechas más,
sin haber vendido ni la anterior, ni la de este año.
Esta situación sumada a los despropósitos de los
supermercados y sus remarcaciones, de los laboratorios y sus remarcaciones,
están nuevamente poniendo a muchos argentinos por la senda correcta de
cuestionar y movilizarse para proteger sus ingresos.
Es así que el gobierno está en una inmejorable situación
para ganar la calle desnudando la formación de las cadenas de precios y quienes
se quedan con la guita de la inmensa mayoría de los argentinos.
Esta así también en esta crisis en una situación de
reformular incluso su equivocado discurso consumista para intentar construir un
discrurso más austero, más amigable con los ingresos y el trabajo de la gente y
con el propio planeta al poder entonces rediscutir a donde queremos ir.
Muchos amigos me dirán es solo que a la gente le tocaron el
bolsillo, si se arregla todo se calma.
Bueno insisto, el momento de discutir consumo excesivo, renta
excesiva, márgenes excesivos y robo calificado de una banda de banqueros y
empresarios oligopólicos está a la vuelta de la esquina. Si se asume desde los
sectores más combativos del kirchnerismo y otras fuerzas podemos de esta debilidad
sacar virtud.
Si dejamos fluir la batalla sin intervenir, cuestionado los márgenes,
desinteresándonos de las cadenas de valor y convalidando todo, somos boleta.
Si peleamos quizás `podamos retomar parte del discurso democrático
y social nacional que habíamos ganado a partir del 2003. Y que la satisfacción
de los últimos años nos había hecho dejarlo en el placar. Ganar la calle por
una sociedad sin tanto robo, cambiando el eje de “corrupción política” por “corrupción
capitalista” que de eso se trata, de la corrupción moral, económica y social
que genera el capitalismo desenfrenado neoliberal y de combatirlo.
Porque ¿nadie se pregunta porque el gordo Lanatta no está en
cada supermercado como antes estuvo en cada Mac Donald? Yo si y les respondo: porque
no el interesa a Clarín.
Rusvi Tahan
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