viernes, 15 de enero de 2016

Una dictadura con permiso de la Republica

Una dictadura con permiso de la República.                                                                                                   
Por José María Mendes [*]
Para los argentinos la palabra dictadura significa lo opuesto a democracia, y se explica históricamente por la sucesiones de gobiernos surgidos de la urnas con golpes cívico militares desde 1930 , y en especial, la más cercana y traumática experiencia que se inició en 1976. En nuestro lenguaje, democracia y dictadura son términos opuestos.
Sin embargo se puede presentar otro modo de ver las cosas. En la República antigua (Ciudad de Roma siglo V al I aC.) la dictadura era una institución de la República. En casos de peligro (guerra o estados de emergencia) para la urbis, el Senado de Roma ordenaba a uno de los dos Cónsules la designación de un Dictador . El Senado tenía la autoridad para determinar cuando era justificado el nombramiento y quién debía ocupar el cargo . Se trataba de una magistratura extraordinaria por la que se dotaba a un hombre de poderes absolutos, sin que por ello quedase derogado el sistema políticojurídico pre-existente. Los romanos de la etapa republicana no querían volver a la monarquía.
Sin embargo el designado  ejercía su autoridad por espacio de seis meses como máximo,  período en el que quedaban en suspenso todos los procedimientos ordinarios y los magistrados. Nadie podía criticar, ni discutir las órdenes del dictador.
El Senado (no se parecía al nuestro) se conformaba por los representantes de las familias Patricias (entiéndase nobles y ricas) de Roma y gobernaba en nombre del  Pueblo de Roma. Existían además los Comicios que eran una suerte de participación muy (pero muy) indirecta de los ciudadanos de Roma que sería muy engorroso explicar aquí. Además - Cabe aclarar- que las instituciones de esta República fueron cambiando entre el siglo V aC. y el siglo I dC.
Para que quede claro: no hubo democracia en la Roma antigua. Hubo República en tanto funcionaba un sistema de instituciones y magistrados con funciones periódicas.
Democracia y  República no son términos equivalentes.
La "tradición republicana" admite, permite, habilita, no clausura: una dictadura para afrontar una situación de peligro o restablecer el orden.
Es por eso que las decenas de DNU que promulgó el gobierno del PRO (por que el gobierno es PRO) , con la aprobación de sus aliados de  CAMBIEMOS, están avaladas por el SENADO. No por el Senado que se reúne en Callao y Rivadavia de la CABA. Sino por el SENADO compuesto por las familias patricias que, traducido al hoy, son los verdaderos poderes financieros, agropecuarios, comerciales y mediáticos cuyos nombres vemos flamear en el gabinete de ministros y en la nómina de funcionarios. Esa es la concepción de República que permite, habilita, necesita una "Magistratura extraordinaria" que desarme en poco tiempo el estado de cosas que había asomado en la etapa Kirchnerista. Para eso trabajaron.
Se pueden enumerar las medidas tomadas por el macrismo y discutir la legalidad y lo adecuado de los procedimientos de cada una de ellas. No importa, la parte más poderosa de la sociedad ha permitido que el Presidente ejerza poderes extraordinarios. Con el silencio (caben interpretaciones) de una ciudadanía que lo votó por mayoría (ajustada pero mayoría).
El intento de designar jueces de la Corte Suprema por decreto, las presiones para expulsar a la Procuradora General de la Nación (que es la abogada del estado), La devaluación (con la consiguiente pérdida del poder adquisitivo de los salarios), la derogación de aranceles a la importación,  la eliminación de las retenciones, la derogación por decreto de la Ley de comunicación audiovisual, la intervención (y disolución de la AFCA), la colocación  de gerentes de empresas multinacionales, de abogados que defendieron intereses antinacionales en puestos claves con funciones de fiscalización del estado, las negociaciones para la toma de deuda y capitales de corto plazo , los hechos de represión a los trabajadores y la protesta social, sólo por mencionar a algunas de las medidas tomadas en menos de treinta días , son atribuciones que los poderes reales, el SENADO (real) no discutirán, porque saben que sólo de este modo , a través de una operación de shock  que no tenga fácil retorno y por el mismo efecto de shock, deje descolocados a los sectores políticos y sociales que sostuvieron la etapa del Frente para la Victoria.
Durante los 12 años de gobierno del Frente para la Victoria (no exentos de errores y contradicciones) no se atropellaron los marcos legales. Nunca se buscó una magistratura extraordinaria.
Esto está pasando con la anuencia de importantes sectores de la alianza CAMBIEMOS que seguro discutirían esas medidas en otro contexto político, con la conformidad del Poder Judicial casi en bloque y con el silencio de los sectores políticos que no apoyaron ni a uno ni a otro de los competidores en el ballotage.
El otorgamiento del poder extraordinario al Presidente de la República, el permiso para cargarse leyes, la autorización para gobernar sin parlamento están , en cierto modo facilitadas por la época del año, por el receso del Parlamento, por la diáspora de enero y por la desarticulación del Sistema Nacional de Medios Públicos.
El gobierno tiene minoría en el Congreso Nacional sin embargo , hasta hoy , el Frente para la Victoria y sus aliados no han acordado autoconvocarse, lo que sabiamente permite la Constitución Nacional.
Las medidas que toma el gobierno por DNU o de cualquier otro modo tardarán unos meses en impactar (en doler), por lo que una anestesia leve facilita que se dirija la mirada de la ciudadanía hacia fuera de la cancha. La ciudadanía está mirando a la tribuna de los locales.
Macri ganó las elecciones legitimadas por un sistema constitucional que otorga al Presidente un importante poder de decisión, pero traduce esto en una especial forma de entender la REPÚBLICA, sostenida en una concepción aristocrática y oligárquica. Esto, más la alianza de los sectores privilegiados que quieren recuperar o mantener su hegemonía, le otorga la suma del poder público. No sabemos por cuánto tiempo ni con qué resultados.
La magistratura extraordinaria que habita Macri desde el 10 de diciembre necesitará - en términos de Gramsci- de un consenso igual o mayor al que hoy lo sostiene. Porque lo sostiene un consenso. El país no ha estallado y no parece que vaya a hacerlo prontamente. Es crucial para el Presidente no perder los apoyos que tiene que son muchos y poderosos. ¿cómo lo logrará cuando se comiencen a percibir los resultados de las medidas que está tomando? 
A favor tiene el agradecimiento y excitación de la derecha política y de los poderes fácticos que se mencionaron más arriba. Es mucho. Para retenerlos debe ser firme en el camino que ha tomado: demoler lo que exista de k, de Nacional y Popular, de cierto peronismo o sospechoso de serlo y redristribuir la riqueza en el sentido exactamente opuesto al del Kichnerismo.
Más tarde o más temprano estos serán los términos del conflicto principal.
Tres son las principales herramientas que tiene el Presidente.
Una : la  casi total hegemonía en los medios de comunicación necesaria para producir aquel consenso que, en pocas palabras, significa hacer que los perjudicados por las políticas tomadas crean que es lo mejor que les puede pasar, que no son para alarmarse o , al menos, que son inevitables.  En este abanico se están moviendo los medios concentrados y algunos periodistas que buscan refugio.
Dos: la toma de deuda que puede amortiguar por un tiempo los efectos de las medidas económicas.
Tres: la represión a la protesta social  de cuya utilización no ha dudado echar mano toda vez que los consideró (y fueron varias hasta el día de hoy).
Haber comenzado el gobierno con una magistratura extraordinaria conlleva un problema: es difícil ir por más poder- no es imposible- pero es difícil.
Al mismo tiempo el avanzar en esta dirección puede aglutinar un movimiento contrahegemónico que se proponga justo lo contrario, es decir no seguir perdiendo derechos, resistir la represión y sacar a los enemigos del pueblo del gobierno.
Para la construcción de esta contrahegemonía pareciera que la clave es repensar el proyecto Nacional y Popular , sus articulaciones, su estrategia, su tácticas. Darse un baño de humildad para establecer nuevos acuerdos de heterogenidades. Romper el cerco mediático, ocupar la calle. Porque esto no viene fácil. Hasta hoy el sentido común le va ganado al buen sentido ( y por más de un dos por ciento).
No faltan organizaciones sociales y políticas pensando en nuevas formas de articulación. No faltan experiencias ni tradiciones de lucha de este lado del conflicto.
Sobran los motivos.




[*] Magister en Teoría y Metodología de las Ciencias Sociales. Profesor de Historia en la Universidad Nacional de Río Negro y el Instituto de Formación Docente de El Bolsón. Miembro de Carta Abierta de la Comarca Andina del Paralelo 42º.

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