Ya nos enteramos: los intereses ocultan los hechos detrás de las palabras. Lo supimos hace siglos. Pero ante artimaña tan sagaz, lo cierto es que aún caemos en ella. El Fenómeno del Niño viste a la triquiñuela de mimetizar el calentamiento global. Ese fenómeno es la expresión misma del cambio climático pero, claro, se nos presenta como un suceso intermitente que a veces nos afecta y a veces nos deja tranquilos. Aunque no tanto, porque las precipitaciones pluviales extremas nos acompañan cuando no está El Niño. Irremediables que son, lo llaman el Fenómeno de La Niña. Hermafrodita y provisional, así nos lo sirven a la mesa de la conciencia colectiva: se trata de un acontecimiento pasajero dentro de la, supuesta digo yo, estabilidad climática de la cual, eso quieren hacernos creer, gozamos. Pues, no es así. El Niño y La Niña no existen; lo que tenemos entre manos es un solo proceso; uno que se incrementa mientras Usted lee esto: es el cambio climático que, por igual, exacerba sequías y arrecia lluvias, como un péndulo que aumenta los extremos de su vaivén.
Felipe Angel
Cali - Colombia
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