domingo, 16 de octubre de 2011

un viaje bizarro

Sábado 15 de octubre. Me subí al Audi de Abdul en un viaje de lo más bizarro, el Malonda lujanero ya estaba arriba y un barbudo que me fue presentado como un amigo Colombiano.
Abdul había vuelto con el colombiano de Neuquén, en su visita al negro y los negocios en los que anda.
Al malaonda y a mi nos venía bien ese viaje gratarola a Junín de los Andes, teníamos que trabajar sobre algunos temas ambientales.
Cuando Abdul me dijo: un amigo colombiano, empecé a arrepentirme de haberme subido.
Mis miedos desaparecieron al poco rato al escuchar la sonora risa del colombiano que a mi me parecía que llegaba hasta los otros autos por su potencia. Además en cada parada, el bajaba, hablaba con la gente, saludaba amigablemente, es decir su presencia era notoria. Un narco o un sicario no dan tanta presencia visible, o por lo menos no los de las películas que uno ve o la imaginación peregrina que uno tiene. Bueno el tipo era un filósofo, según me fui enterando y conoció a Abdul en uno de sus viajes y se hicieron amigotes.
Incluso Abdul lo había llamado, me entere después, “boxeador de palabras”. Una genialidad que al colombiano lo hacia reir aún más fuerte.
Cuando se me había pasado el miedo de haberme subido con un colombiano empezaron los problemas. Llegamos al cruce entre Río Negro y Neuquén y nos paro la cana. Ruta cerrada por viento y cenizas.
¿tiempo? Pregunto Abdul.
No se sabe dijo el cana, lo determina gendarmería.
Bueno, propuso Malaonda, vayamos a comer y dentro de un rato volvamos. Así que en patota a comer, lechuguita porque estaban todos a régimen.
Dos horas después, el chef tardó más en preparar una ensalada que un cordero. Encaramos nuevamente, no sin peripecias nos dejaron seguir por el camino de La Angostura.
El viento era de terror, la cenizo golpeba el audi con fuerza y el colombiano empezó a decir si esto era prudente, cuando empezamos a pasar por la Villa y estaban los arboles doblados por la ceniza y todo era blanquecino, reitero su preocupación, nosotros no le dimos mucha bola. Ya en el ripio de los siete lagos el tipo pasaba de que bello a que camino este hermano. Y cuando agarramos el asfalto nuevamente, soltó: huy yo pensé que nunca llegaríamos a ningún lado. Estaba lo que se dice medio cagado.
Incluso confesó que su madre le había advertido sobre este viaje a tierras inhóspitas.
Lo dejamos al tipo en Junín, no sin antes sacarnos una foto con los que lo recibieron en Junín. Por precaución, ya que si el tipo no llega de vuelta a Colombia, quizás su madre nos eche la culpa, y bueno, su madre es de Cali, uno siempre se cuida de las madres de Cali, un sicario vale dos pesos y aparecíamos como los responsables, pues Abdul, se iba a hacer humo rápido.
Buscamos, con Malaonda, un par de datos y emprendimos el regreso, esta vez nos mandamos al Collon Curá por asfalto. El audi iba fuerte, a cada kilometro se espesaba la ceniza. Malaonda comentó: che, por acá no anda nadie y desde hace rato, fíjense cuanta ceniza depositada en la ruta.
Silencio de todos.
Al cruzar el puente del Collon Cura un camión estaba, como en las películas, mitad en la ruta mitad en el vacío, abandonado, sin custodia, sin chofer, sin balizas, un barco encallado en la nada.
Para que hacerla larga, durante una hora seguimos sin cruzarnos a nadie, nadie circulaba, solo coches chocados abandonados, como en esas películas de inviernos nucleares donde no hay nadie.
Malaonda dice, siento que estoy en la “Dimensión desconocida”, si , dije: en cualquier momento aparece un cartel que dice Tombuctú 20 km. No nos reímos.
Así, llegamos a Bariloche, entre autos abandonados y cenizas fantasmagóricas que obligaron a Malaonda, que venía manejando mientras el turro de Abdul dormía tirado en el asiento de atrás sin ninguna preocupación, por momentos a andar a 20 km.
Cruzamos Bariloche y cuán viaje interestelar, aparecieron las estrellas, la luna, sin viento y temperatura agradable hasta El bolsón.
¡Que Patagonia impresionante! dijo Malaonda.
Rusvi Tahan

1 comentario:

Anónimo dijo...

Abdul, travieso, habló con Eolo, el que rige vientos, para gastarle una broma suave al colombiano que, investido de filósofo - vestido no, investido sí- se dedicaba Patagania arriba, Patagonia abajo, a la elocuencia fraterna con lagos y gentes. Pero Eolo habló con Vulcano, el de volcanes -la etimología se infiere sonora (Vulcano-volcanes)y planearon ambos una comedia; ambos son Vulcano y Eolo, no Abdul y el colombiano. Por fortuna, -Fortuna es otra divinidad- la tranquilidad provino del tercer actor, cuyo nombre no es Horacio; ese es el alias. ¿Alias? No, seudónimo. Tranquilidad proviene de tranca, eso es sabido por la matemática etimológica. Así que los recuerdos estuvieron presentes como vivencias, el audi como piragua, según el colombiano, y como kayak, según la tradición de los que naufragan para sobrevivir. Todo sucumbió cuando la lógica despiadada de Eolo y de Vulcano explicó que dos más dos no son cuatro. Entonces, claro, ¿hacia adelante dónde es? Ah..., querido lector, lectora amada, espera un tanto; estamos trabajando en esa parte de la argumentación de nuestra identidad.