jueves, 27 de septiembre de 2012

Tarjeta Roja




El futbol, y el deporte en general  son una parte importante de la vida cotidiana, no ya como parte de la práctica del común de la gente, por lo menos no solamente, de alguno de los deportes sino más bien como fenómeno mediático cultural, con el crecimiento de la era de la comunicación parte del mundo del espectáculo en el que parece que deberemos vivir todos, queramos o no.
Entonces, cuando el deporte ya no es parte de nuestras vidas como un elemento de divertimento y apuesta de vida social, al aire libre, sana o lo que quieran, y pasa a ser un elemento del cotillón cotidiano de la TV, ese cotillón termina escondiendo la esencia del mismo y se va transformando lentamente en las otras cosas , se va mimetizando en la lógica del poder que los medios adquirieron.
No es posible desconocer que el deporte se puede politizar, de hecho desde el momento en que empezaron en Grecia las Olimpiadas, apareció como una competencia civilizada entre las ciudades – estado que, además, hablaba de lo mejor o peor que cada una de ellas eran. Sin llegar a extremos como guerras por el futbol como las de El Salvador con Guatemala en el siglo pasado, o a las Olimpiadas de Berlín del ´36. 
Hoy por hoy me animaría a decir que la politización es lo de menos. A ver no seamos ingenuos, acá en Chubut, Elizeche , Sastre , Williams, los hermanos Fernandez, Daniel Díaz han ganado notoriedad a través de los hechos deportivos.
Lo peor es como a través del deporte se impone el discurso dominante, y se impone ese discurso pese a los vanos esfuerzos, y a veces falsos esfuerzos, por descompetir la enseñanza de los deportes de los profesores de Educación Física.
Aderezado, esto es una digresión, en muchos casos por el otro esfuerzo, al que son afectos los profesores de Educación Física,  rechazar lo que los jóvenes quieren hacer, a saber: Futbol, Básquet, Vóley para enseñarles softbol, beisbol y demás deportes que si uno los analiza bien solo ponen a varios individuos que se enfrentan de manera singular y no colectiva. Todo depende del bateador y del lanzador, es casi un combate, contrapuesto a la lógica colectiva que exige dominio mental del terreno y, fundamentalmente, solidaridad por el conjunto. Allí también puede colarse el discurso dominante. Hay deportes que son imágenes culturales, que vienen acompañados con la lógica imperial.
Vuelvo de la disgresión, hay tres o cuatro cosas que quisiera poner en foco, la primera, la idea de lastimar,  el deporte se ha transformado discursivamente, ahora los jugadores buscan “lastimar” al equipo contrario, así los contraataques “lastiman”, los esquemas que dan ventajas son presentados no como una estrategia para ganar una competencia sino para “lastimar” a los otros. En todos lados hacer una jugada que permita obtener alguna ventaja deportiva, ya no es eso es “lastimar”. La palabra lastimar es lastimosa, se ha impuesto como natural, ya entonces no se trata de una justa deportiva, se trata de una batalla.
La segunda : la hegemonía cultural de vencedores y vencidos se cuela en el deporte.
Este deporte violentado se cuela en la política hegemónica donde se utiliza casi graciosamente  terminología del deporte. Una mina bienuda, Cristine Lagarde, una simple funcionaria, puede así sacarle la tarjeta amarilla y después la roja a la Argentina y esa terminología le parece feliz. Pero la frase feliz es una amenaza despreciativa. Podría haber dicho el FMI puede “lastimar” a la Argentina y habría estado aún más cerca de lo que el propio establishment de esas agencias piensan. Que otra cosa podría pensar Anoop Sing, ese hindú de trajes de 5000 dólares que nos visitaba en la década del ´90.
A donde quiero llegar, el deporte y la política se han emparentado y nosotros debemos ser concientes de ello, la batalla cultural hay que ganarla, y ganarla debería ser que en lo deportivo uno quisiera que le vaya bien a su equipo y no quiera lastimar a los otros. Que la tarjeta roja se use para definir una escala de faltas deportivas del futbol pero nunca en un ejemplo para definir la suerte ( hambre o destino) de los pueblos. Máxime cuando a estos tipos no les pasa lo que a los árbitros que cuando equivocan en sus decisiones los dejan sin dirigir, ellos han hundido a decenas de países y siguen “dirigiendo”.
La tercera: ideologías triunfalistas transforman los espectáculos deportivos y derivan en silbidos a un tenista que dice: me lastime no puedo jugar, se lo desprecia porque no es un gladiador que entra a matar o morir.
La cuarta: los espectáculos deportivos cuelan el discurso dominante de diferencias sociales naturalizadas y basadas en conceptos racistas,  hinchadas que  en su mayoría son pobres, tratan de bolitas o paraguas a otras hinchadas, esa división impensada en la Patria Grande, es una división construida desde la civilización o barbarie, aunque ellos, llegado el momento como los federales que enfrentaron a Rosas, serán la siguiente barbarie de los poderosos que cacerolean.
Finalmente el deporte se tiene además que desmercenarizar en la Argentina liberando a los clubes de esas hinchadas que cuán mesnadas mediedievales  se lanzan a ganar la calle, como los ejércitos mercenarios de Carlos V se lanzaban sobre Roma. Hordas utilizables por aparatos políticos, y aparatos económicos ellas mismas, que manejan entradas, estacionamientos y ajustes de cuentas, transformándose en un poder en si mismo. Hoy  ser de la “hinchada” de Chacarita implica ir a “bancar” a Barrionuevo, ser de la “hinchada” de Boca es apoyar  a Macri, ser de la “hinchada” en definitiva es ser parte de una empresa extradeportiva.
Rusvi Tahan



1 comentario:

Daniel dijo...

Una digresión, que no "disgresión": la guerra del fútbol fue entre El Salvador y Honduras.