martes, 2 de noviembre de 2010

Textito de Radio

A los calentones a veces nos pasan cosas por eso, por calentones, no damos tiempo siquiera a explicar, si algo nos calienta estallamos, mal, sin medida, desproporcionadamente por momentos.
Eso me paso el miércoles antes de las 11 de la mañana con Radio Nacional de El Bolsón. Azorado por la noticia de la muerte de Néstor, y sin poderlo creer, puse instintivamente la radio, obvio, en Radio Nacional, lugar donde nos refugiamos los pueblerinos de por aquí. Pero pasaban los minutos y Radio Nacional estaba en babia, Arrias hablaba con un tipo que estaba felíz de estar en El Bolsón, metía música pava, la típica de la mañana, y nada de nada. Yo incrédulo volvía y miraba la tele, hacia zapping y todos estaban con la muerte, menos Radio Nacional El Bolsón, ella seguía en el limbo. No me aguante, llamé, me atendió un tal Blanco, no le gustó que le dijera que me parecía que estaban en cualquiera, me dijo, tono tipo patotero ¿y que querés que hagamos? ¿que no pasemos música?. Un comentario pedorro, para callarme, más o menos como decir que antiguo, ponemos música fúnebre o de las antiguas pascuas. Yo le dije que si no sabián que hacer, que la hicieran corta y se pusieran en cadena. Palabras más o menos, y así, en mal tono, nos cortamos.
Minutos después entraron en cadena y de allí no salieron más por tres dias.
Y el lunes, como para darme culpa, mi amigo Augello, desde "su" Radio Nacional El Bolsón me aparece con este "textito de radio". Y como soy calentón pero honesto lo levanto a este blog, con su permiso, para que lo compartamos.
Rusvi Tahan

Textito de radio, lunes 1 de noviembre de 2010
Estas son algunas ideas sueltas.
Que por más sueltas que sean tienen la necesidad de ser dichas.

Los lunes, no digo todos, son días sospechosamente extraños. Uno que no se dedica especialmente a relevar cual ha sido el nivel de contravenciones que se registran los fines de semana o no es muy afecto a informar sobre el resultado deportivo suele estar en problemas a la hora de decidir sobre qué va a contar o decir algo medianamente interesante.
Los lunes son jodidos.
Pero este lunes es un miércoles. Un miércoles anterior y no hay un día que dure tanto. No parece eterno. No lo es y no descubro nada.
Este es un lunes cargado, mezclado, confuso.
El miércoles no sólo se murió un ex presidente, un secretario general, el esposo de la presidenta … quiero decir que el miércoles nos pasó algo a todos.
De miércoles a lunes pasaron días, bastantes como para pensar que se detuvo el tiempo.
Y sabemos que eso es imposible: que el tiempo se detenga, digo.
¿Cómo cuento que eso es lo que me parece?

No es la intensión hacer una editorial aunque de todos modos - quizá - termine siéndolo.
No pretendo, ahora, ser la voz de aquellos con quienes vivo y comparto, tampoco correr el riesgo de volverme autorreferencial.

Primero fue el silencio. No hay forma de ponerle palabras cuando ocurre la muerte. Digo, aquellas palabras que no caigan en lugares comunes. De esas que no dicen nada porque ¿de qué manera puede ponerse palabras a una sensación? Una palabra justa, precisa, que no esté sujeta a interpretaciones ambiguas. Los sentimientos parecen síntomas, se parecen a algo sin que lleguen a serlo totalmente.
Después –claro- uno se cruza, voluntariamente, con compañeros y compañeras tratando de encontrar palabras, aquellas que expliquen lo ya irremediable. Y ante lo irremediable hay pocas palabras, si las hay, que nos den esa posibilidad o que uno les de la posibilidad de explicarse porque de esa manera nos explicamos.
Es que no hay manera. Las palabras tienen esa cuestión, una vez pronunciadas o calladas, quedan en evidencia; por presencia o por ausencia.
Después, claro, aparece esa suerte de libretón virtual de almacenero donde uno trata de encolumnar lo que ha sido saldado, y del otro lado lo que todavía adeuda.
No es el caso, en este momento, de sacar cuentas. Desde hoy (desde ayer? desde antes?) hay ya quienes lo hacen.
Pero pasa que la muerte tiene esas cosas. Luego de esa inmediatez confusa, desconcertante, inexplicable; se comienza a tomar distancia. La del almacenero, si querés.
Y uno tiene los tantos más claros. Contamos porotos para allá y para acá. Entre los que estamos de este lado ponemos en disputas algunos –no son muchos, parece- que finalmente vamos encontrándoles el lugar.

Uno descubre eso curioso, que haya pérdidas que generen tantos encuentros. Algunos iniciales, insospechados, que prometen nuevos o renovados.
Y está bueno encontrarse.

Se que hay otros lugares que, después de silencios pretendidamente prudentes, volverán a instalarse con esa ansiedad contenida y arrebatada que define.
Hay voces que empezaron a enunciar, algunas con alivio, otras con ese intrigante desconcierto profetizante.
Quiero creer que nuestra sociedad no tolera esos umbrales de violencia donde pueda festejarse una muerte.
Porque es raro que alguien pretenda construir a partir de la desaparición del otro.
Porque es raro que las ideas se extingan con el cuerpo.
Sin embargo comenzarán a circular historias orientadas en un mismo sentido. Historias que, difícilmente, expliquen algo pero que se ajustarán al interés de ciertos oídos.
¿Importa? Claro que importa. Importa discutir para saber quién es quién y de qué viene esa cosa que genéricamente llamamos política.
Hay un par de cosas en las que quisiera reparar.
Son producto de cruzar comentarios, escuchar a algunos y a otros. Ir viendo.
Y ahora, si, que aparecen las palabras a borbotones. Hablo de esas que intentan ser reflexivas, las que están llamadas a dejar huella, las que se suponen importantes.
Creo que a esta altura no es meritorio recorrer lo que dice Grondona tratando de imponer como debe leerse la realidad en esta hora clave.
Aquel que supo ser un importante formador de opinión, hoy un tanto caricaturesco, cría pichones que le den forma a su tribuna.
En el discurso aparece la molesta juventud. Asombra, dicen, la participación de los chicos y las chicas en este escenario. El Dr. Dice que no es normal la irrupción de esa juventud fanatizada. Porque dice fanatizada pero además afirma que son esas mismas juventudes las que han sumado a procesos autoritarios.
Insisto no es meritorio señalar lo que dice el doctor, parece un discurso viejo y perimido pero inquieta la insistencia.
Lo cierto es que chicos y chicas empiezan a ocupar un espacio que parecía privativo de viejos vinagres. ¿estará bien decir que irrumpen? Quizá moleste que no sea generación espontánea, que se visibilice no solo con el reclamo sino en apoyo a la propuesta.
Tengo para mi que estaban ahí, esperando que los vean. Y se hicieron notar. Si ustedes quieren, a los codazos. Y creo que así debe ser aunque al doctor y a otros tantos no les simpatice.
Se les dice también bienvenidos a la política. Habrá que ver si no fueron los adultos los que les fuimos vedando la posibilidad.
Pienso que depositar esperanzas –y está bien que así sea- no nos exime de haber vaciado la política de contenido, de no tener la capacidad, o mejor la responsabilidad, de reponerse de las dos derrotas más significativas de las últimas décadas: la dictadura genocida y el proceso neoliberal profundizado por el menemato.
Porque el futuro no solo será construido por los y las jóvenes que dieron muestras de que son, sobre todo, presente.
Los chicos y las chicas en las calles incomodan, son presencia molesta. Un fenómeno nuevo, afirman.
¿Es un fenómeno por sorpresivo? ¿material o espiritualmente sorprendente? ¿extraordinario por ambas cualidades? Pueden que sea todas esas cosas.
Pero hay otras miradas sobre ese “fenómeno”. No como sorpresivo, extraordinario sino como freak, la concepción de lo monstruoso.
No se me escapa que esa idea también existe y camina por las calles.
Y es también patrimonio de la cierta mirada sobre el peronismo. Lo monstruoso.
Creo entender que los argentinos tenemos una identidad no consumada. Luego de la independencia nos metimos en una guerra civil de 70 años. Cuando creímos que el movimiento irigoyenista nos conducía a conformarnos con una identidad popular el alvearismo nos volvió a dejar truncos. Y apareció el ´45 y de vuelta a empezar con patas en la fuente y el aluvión zoológico y la movilidad social: la costosa construcción de la identidad popular.
Vamos que venimos.
¿Queda hoy alguna duda que el peronismo es el partido de la gobernabilidad?
Puede gustar o no, pero hay una historia que basta con repasarla para afirmarla.
Desde el ´45 el peronismo, como decía el Bebe Cooke en los ´60, ha estado en la centralidad política argentina, centro exclusivo de la política, con sus contradicciones (las nuestras?), sus desbordes, incorsetable, sus muchos errores y sus tantos aciertos.
Esa identidad popular que se manifiesta por estos días a veces cuenta con esa condición casi suicida de la clase media. La movilidad social fue la posibilidad de constituirse pero por momentos parece renegar de su origen y tomar otros caminos. Esos caminos donde habitan sus propios verdugos.
Sin querer ser terminante pero creo que bastante de eso.
Es que no hay forma de pensar transformaciones, para bien o para mal, sin el peronismo.
Hoy debiera quedar claro que no hay libertad en la economía porque o se la dirige desde el estado en beneficio de las clases populares o la manejan los monopolios.
Y el resultado de esas decisiones están sobre la mesa y en los bolsillos.
No es que nos se nos permita dudar. La duda, las tensiones, los conflictos en el seno de la sociedad siempre han sido el motor de la historia.
Y como nadie eso lo ofrece el peronismo.

De los relatos que inundaron los funerales, los relatos de la gente, la evidencia de las palabras y la de poner el cuerpo, asombra como fenómeno ¿será eso lo monstruoso también? Aquello de que yo no soy peronista pero ….
Y hay un universo en el pero. Porque el pero es reconocer, pelar el libretón del almacenero y recomenzar a contar los porotos.
¿Será el pero el inicio del tránsito a constituir identidad?
Yo no lo sé pero (viste? Aparece el pero) lo supongo edificante.
Aquello que nos pasa a todos necesariamente debe darnos la posibilidad de ver las cosas desde otra perspectiva.
Comenzar a identificarnos, ir buscando la vereda, buscar los nudos del tejido, los nudos que nos unen.
¿Qué está todo bien? Qué va.
Si me lo pregunto falta y nos falta bastante.
Y otro pero, aparece otro pero.
¿Pero de qué otra forma sino es estando?
El camino se corrige andando.
Nada de lo dicho es una sentencia.
No es intención convencer a nadie aunque, sabés, al menos por hoy las cosas se cuentan solas.
Eso me ayuda tanto como esto.
Firmado: el Augello de la Radio

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