domingo, 4 de julio de 2010

Las falsificaciones

Lectores de mi blog, tiemblen, he regresado tomando como base una nota de Juan Carlos de Pablo en La Nación.
Vejez?, Alzheimer? Me compraron el Blog los de Papel Prensa?
No. La verdad es que me parece pertinente para agregarla como apéndice a mi nota sobre la violencia por compradorización o quizás para avanzar en la discusión de la mercantilización de los estudios superiores, o sea da para el tocino o da para la velocidad, pero da.
Es decir, lo que intento aquí señalar, es que el universo de lo superfluo impacta via publicidad en todos los estamentos, y si para dormir en una buena cama y tomar un buen café con leche, bastan 100 pesos por cabeza hay quien paga 10000 dólares, para lo cual se debe falsificar placer y lujo.
Ergo si eso se hace notorio y “ normal” no hay quien pueda explicarle a un pibe pobre porque no robar e incluso boletear a un tipo que gasta por una noche lo que gasta una familia en varios años comiendo y comprándose ropa en La Salada.
La nota derrapa al final mostrando la hilacha liberal sobre patentes y demás, aunque con un tono bastante afín a mis amigos, intelectuales clasemedieros (para no usar ese término anticuado de pequebu), que publican libros, dan clases en institutos y universidades y pretender vivir , como yo, de rentas, tanto sea por la patente de sus libros como por mi blog.
Incluso en ese final, y creo que a disgusto de De Pablo, el tipo entrevistado dice, con reservas, que el Estado puede hacerse cargo ( via universidades e institutos diría yo) de la investigación.
En ese sentido, las reservas que yo haria serían el temor a la falsificación en los estudios superiores sean universitarios o no, que en la Argentina es algo notorio. La Universidad de Palermo por ejemplo tiene un montón de carreras que bien podrían, en mi época de joven, ser parte de las ofertas de la Pitman, o del método Ilvem. Que para dictarlas cobran cerca de 1500 a dos lucas por mes, usan manuales editados por ellos, tristes resúmenes Leru de cada tema, que venden en su propia librería.
De allí salen profesionales exitosos, más por las propias condiciones de cada alumno y por los contactos que esas elites de clase media generan que por lo que la propia UP ofrece.
De tal suerte que así como en la ropa de La Salada, hay un mercado de estudios truchos, que puestos en una buena vidriera, digamos entre Córdoba y Las Heras, dan enormes dividendos.
En la Provincia del Chubut todavía hay personas mendigando que les reconozcan los títulos de la Universidad Hernandarias, falsificación esta última, la de una alta casa de estudios, que no llevo a nadie en cana, como era de esperar.
En los Institutos Superiores de Formación Docente, a partir de la Ley Federal y montados en los “Postitulos” se produjo, tanto en lo privado como en lo estatal un fenómeno similar, si no prguntenle a mi amigo el Malaonda Lujanero que se comio dos años de Postitulo y le dieron un papel trucho que lo dejo en el mismo lugar en que estaba antes. Aún no esta claro si hoy con la nueva Ley se superara.
Bueno les dejo la nota para que los que no son lectores de La Nación sumen ejemplos en sus comentarios.
Yo me voy a tomar hoy un vinito de 100 mangos en el asado del domingo, y recordare con dolor la pobreza de mis épocas del Parrales de Chilecito, para ponerme a la altura de esta tematica.
Va la nota de La Nacion del domingo 4 de julio de 2001.
La gran tentación de falsificar bienes
Es tal la rentabilidad que se puede obtener en algunos casos que no pocos están dispuestos a correr el riesgo

Por Juan Carlos de Pablo
No sólo se falsifica dinero, sino también vestimentas, relojes, pinturas, etcétera, y por extensión podría calificarse como falsificación la producción de medicamentos sin pagar regalías o el fotocopiado de una obra sin abonar derechos de autor.
Para entender el fenómeno, me puse en contacto con el argentino Adrián Claudio Guissarri (1939-2007), profesor en la UCA y en la Ucema, especialista en economía institucional, quien en 1989 publicó La economía informal , una valiosa estimación del tamaño de la economía "negra" en nuestro país; y con el norteamericano Jacob Schmookler (1918-1967), especialista en el rol que el cambio tecnológico juega en el desarrollo económico de un país y experto en patentes.
-La falsificación es una actividad ilegal. ¿Por qué se corren los riesgos de falsificar?
Guissarri: Porque es tan rentable que algunos están dispuestos a correr los riesgos. Si "fabricar" un billete de $ 100 cuesta $ 5, cada unidad genera $ 95 de ganancia; pocas actividades son tan rentables como ésta. Los billetes de mayor denominación son más difíciles de falsificar, pero el hecho de que circulen billetes falsos de $ 100, y no de $ 5, prueba que la diferencia de ingresos más que compensa el mayor costo.
-¿Qué quiere decir falsificar? Pregunto porque nadie que no sea el Banco Central puede contratar a la Casa de la Moneda para imprimir billetes, pero uno puede contratar a un confeccionista para que replique, utilizando los mismos materiales, ropa "de marca".
Guissarri: -Buen punto. Todo producto que se pretenda vender por encima de los costos (incluyendo la ganancia normal, aquella que no induce la entrada o la salida de oferentes) está sujeto a la amenaza de falsificación. Ejemplo: una corbata cuyo costo de producción es de $ 50 se transforma en un producto que cuesta $ 300, porque tiene una etiqueta por la que el oferente pretende cobrar $ 250. Pero resulta que el costo de producción de esa etiqueta es de apenas $ 5. La diferencia entre los pretendidos $ 300 y los $ 55 de costo total constituye el atractivo de la falsificación.
-¿Por qué se pagan precios tan diferentes por un mismo producto?
Guissarri: -Porque físicamente se trata del mismo producto, pero hay personas que demandan "marcas" para señalar diferencias en los niveles de ingreso, generar envidia, etcétera. Se puede cenar aproximadamente igual por $ 30 y por $ 300 por persona, pero el caballero que quiere impresionar a una dama tiene que gastar $ 300. En este caso, 10% del gasto son alimentos, 90% es "impresión". La demanda de falsificación surge de la pretensión de consumir la "marca" sin pagar el costo.
-Las marcas, así como la propiedad intelectual, generaron los sistemas de patentes y de derechos de autor. ¿Cuál es el sentido de restringir la producción de un medicamento una vez que fue inventado o de fotocopiar un libro una vez que fue escrito?
Schmookler: -Si el mundo terminara dentro de un par de horas, muchas cosas que consideramos valiosas perderían sentido (por ejemplo, pintar mi casa). Pero nadie toma decisiones sobre la base de esta hipótesis; por el contrario, las tomamos sobre la base de que la vida va a continuar. Pero si es así, tiene que tener sentido seguir investigando para poder curar futuras enfermedades, así como seguir escribiendo libros. Si quien investiga no puede recuperar los costos de la investigación (no sólo de las exitosas, sino también de las fracasadas) no habrá nuevos remedios, y sobre la base del mismo principio algún día podríamos llegar a tener fantásticas fotocopiadoras, pero ningún original para fotocopiar.
-¿Hay que ir al otro extremo, es decir, impedir que algunos accedan a descubrimientos y a obras existentes?
Schmookler: -En los papeles, el Estado podría hacerse cargo de los costos de investigación y realización de las obras, financiando los costos "hundidos". Pero, en la práctica, yo sería mucho más cauteloso, no sea cosa que el remedio sea peor que la enfermedad.

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