Me sorprendió que muchos compañeros militantes (del peronismo combativo, aclaro) estuvieran con dudas o francamente en contra del matrimonio igualitario.
Esta frase me la espetó un amigo en aeroparque, cuando de casualidad nos cruzamos en esos encuentros fortuitos que a menudo suceden. Yo estaba exultante, por el triunfo en la votación del matrimonio igualitario, por la desnudez de la Argentina real que se presentó en esa votación, por confirmar que hay temas que nos muestran como está realmente la sociedad y como todavía hay ( y habrá) gente que se mueve en claves, no digamos conservadoras, sino fijadas de manera indeleble, sin poder ser modificadas, ni tratadas, ni razonadas. Se mueven en una suerte de integrismo religioso “sui generis”, como los Reutemman o los Rodríguez Saa, con una doble vida, unas transas, basta recordar ese episodio de “el Adolfo” supuestamente raptado, pero en realidad cagado a palos por el marido de una turca que era su amante y la operación mediática para hacerlo zafar, o el Lole al que solo hay que leerle el blog de su ex la “mimicha”, situaciones que solo están justificadas por esa doble moral. Con argumentos que aplican cuando les conviene.
Una sociedad que se niega al aborto y consiente los avisos publicitarios de sexo, en los diarios más importantes como Clarín y en otros, de compañeros como El Argentino, que de ninguna manera se justifican y solo promueven la prostitución y la trata. Una iglesia que ha involucionado desde el Vaticano II y Medellín a esto, que es solo un mal espejo de siglos anteriores, que nos llena a los católicos de bochorno con curas pedófilos, silencios ante la injustica y bendiciones de guerras, santas o de cualquier clase. Que se hace la boluda con Von Wernich y con Grassi pero veloz como un rayo le saca la cedula para dar misa a un cura de Córdoba que se manifiesta a favor.
Por eso el poder escuchar a senadores argentinos argumentar con solvencia de que lo que se trata es de otorgar un derecho, de que estamos en una sociedad que tiene convicciones religiosas y laicas, en la que conviven católicos, protestantes, ateos o agnósticos, y que las definiciones sexuales de cada uno son eso, de cada uno, fue aliviador. Porque debo confesar hasta el final del debate dude, ya el invierno me asusta en este país, me banque el “no positivo” en otro julio, y el triunfo de De Narváez en una noche triste de junio, así que mis vacaciones de invierno venían cascoteadas.
Miren lo que más me impactó, de la contra, fue escuchar argumentos en los que se presumía que un homosexual, si adoptaba un hijo lo iba a abusar, o convertir en homosexual y que eso se afirmara con total liviandad. Yo vengo de tener en mis manos un caso de abuso, entre otros, de los que por desgracia, son comunes en esta sociedad y de los que poco se habla. Para resolverlo tuvimos que recurrir a pelearnos con la policía, que procuraba no tomar la denuncia, les suena, a la resistencia de algunos familiares a aceptar lo que la niña decía, etc.. ¿Y saben que?, el abusador era hetero, como la mayoría de los abusadores, y de los violadores, etc..
Yo solo quería en esta nota señalar eso, y mostrar que me sorprendía que un cumpa que se comió la represión, que la sigue yugando militantemente y cada día, estuviera sorprendido de que otros cumpas, de igual historia,convicción contra la pobreza, de igual compromiso social, estuvieran dudando sobre lo importante o razonable que era dictar el matrimonio igualitario.
Como me sorprende y entristece que familias que tienen gays en su seno, que son tipos que jamás han jodido a nadie, que han laburado y han compartido las mesas familiares por décadas, sigan ensimismadas en su lógica religiosa, y apoyando el integrismo católico. Igual a cualquier integrismo y que solo conduce a las hogueras….. A las que marchan en fila los inocentes, los comprometidos y los simples.
Rusvi Tahan
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