martes, 24 de abril de 2012

La violencia ambiental

Este último escrito busca sumergirse en un aspecto de la violencia que en general tiende a permanecer oculto. En especial porque cuando se escribe sobre ella, se lo hace mayoritariamente observando el hecho concreto. Y, además, limitándonos en general a observar ese hecho en el lugar donde está presente. Situados.
Solo mirar la foto, que en definitiva de eso se trata, no deja ver los procesos globales, oculta una realidad que en nuestra provincia se despliega y profundiza incesantemente en las últimas décadas.
Sabemos que al interior de la provincia, en la meseta chubutense, la principal sino la única actividad productiva importante desde la ocupación militar en el siglo XIX y el desplazamiento o exterminio de nuestros hermanos originarios, fue la crianza de ovinos y caprinos. Sabemos, o deberíamos saber, que paralelamente a la introducción del ovino/ caprino se inicio un lento pero persistente proceso de desertificación, que se aceleró o ralentizó (pero que no se detuvo) en función del precio internacional de la lana. Mientras tanto, las condiciones de desarrollo local de la meseta permanecieron inalterables durante casi un siglo: pobres caminos, inexistencia de servicios, bolicheros y acopiadores abusivos o estafadores, etc.
Esa situación de olvido y expoliación tuvo/tiene su propio decurso. Simplemente va, continúa, fatalmente. Aún cuando podría imaginarse imposible, empeorará, con el completo desmantelamiento del Estado instrumentado por el neoliberalismo desde 1976, acelerando el proceso de migración de los pobladores a las ciudades más importantes de la provincia. La meseta los centrifugó, los parajes empezaron a quedar solo ocupada por los ancianos, mujeres y niños, mientras que los jóvenes padres o adultos en condiciones de trabajar se trasladaron a los bordes de la provincia, a la periferia de nuestras ciudades y pueblos.
Las nuevas localizaciones de estos desplazados, verdaderos “refugiados ambientales”, tienen características inhóspitas, cuando no hostiles o peligrosas, en la orilla de los ríos y de los basurales. Durante casi dos décadas estos olvidados estuvieron allí. El esfuerzo del último decenio por generar trabajo y darles viviendas pareciera no ser suficiente, en especial para los más jóvenes, que en gran cantidad aún permanecen en condiciones de marginalidad: repitentes, con problemas de aprendizaje en la secundaria, juzgados como “indolentes” por la docencia tradicional, en conflicto con la ley penal, etc.
Esta situación que aparece como “cuestión social” tiene un origen en un problema ambiental generado por la dinámica del modelo capitalista. Son resultados lógicos del sistema y por lo tanto, no es sensato buscar las soluciones en las “nuevas oportunidades” que ofrece el capitalismo. Si no se entiende que el ecosistema estepario es muy vulnerable, la minería solo vendrá a agravar la situación descripta. Como ya ocurre con la explotación gasífera y petrolífera (que también es minería aunque goce de vasta aceptación en Chubut), pero más. Es solo una cuestión de grados.
Como siempre con el capitalismo, es una cuestión de escala. El agua subterránea que emerge de las napas en las perforaciones que el gobierno hace hoy, … el agua que siempre estuvo, puede dejar de estar o de servir, si en vez de extraerla para las personas o los animales, se destina a megaproyectos.
Los megaproyectos tienen siempre un alto impacto ambiental, el mismo megaproyecto ovino así lo demuestra.
Si solo se piensan modelos globales, “para toda la meseta central”, si no se buscan soluciones de escala local, solo se aumentará el número de refugiados ambientales y la espiral de la violencia tendrá una nueva vuelta.
Rusvi Tahan

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