lunes, 16 de abril de 2012

Violencia social

La era de la desconfianza y el Estado. Los satisfechos. Los limites del neoliberalismo.
La Violencia social está asociada íntimamente con la injusticia. No entender esto hace imposible siquiera aproximarse a intentar buscarle una solución.
Sin querer entrar en una gran disquisición vale aclarar que el sistema actual es fruto de una sucesión permanente de despojos. Violentos e injustos despojos. En cada crisis económica hay una nueva “acumulación por desposesión” de un numero inmenso de personas por un puñado de ladrones ( banqueros, financistas, ejecutivos, lobbystas de toda laya, comerciantes dueños de cadenas de comercialización).
A su vez cada crisis conduce a un nuevo ajuste económico, cada salvataje y refinanciación mundial, de los generadores del caos, obliga a la población en general a entregar una parte de sus ahorros ( sino todo) en aras de mantener la dinámica de acumulación del capital. Por ende nuestra sociedad vive en una permanente situación de desconfianza social, en el Estado en primer término, pero sobre todas y cada una de las cosas en general. Esta desconfianza, producto de una lectura normal de la realidad, ha sido enormemente funcional al modelo capitalista, estructurando la sociedad en el sálvese quien pueda, traducido en el argot popular en “yo, Argentino”.
Al interior de la sociedad, nuestra sociedad , se produjo un triunfo de las nociones neoliberales, que batallaron largamente contra el Estado de Bienestar desde el momento mismo en que este se empezó a difundir con el primer peronismo. Lo derrotaron, recordemos, a mediados de la década del 70, con la violencia de la dictadura y, culturalmente, con la complicidad de un gran sector de la sociedad satisfecha y la clase ilustrada, imponiéndolas como discurso único.
A partir de allí ( acá y en todo el mundo) la categoría pobre es reemplazada por la categoría de marginales, es decir, gente que está al margen, fuera del límite social, está en la sociedad pero no es de la sociedad.
Quienes son estos “satisfechos”, son aquellos que en su momento se beneficiaron del Estado de Bienestar, los obreros con trabajo, los comerciantes, los profesionales. Todos aquellos que usufrutuaron los beneficios del primer peronismo, adjudicándole su bienestar (como lo hizo mayoritariamente el movimiento obrero) o negándoselo como los profesionales, y las clases medias en general. Es que a fines de los 60 aca y en todo el mundo, la mayoría satisfecha ya se sentía rienda en mano de la situación, cómoda en un mundo de grandes riesgos pero también de grandes oportunidades, la mayoría emergente no veía necesidad alguna de que se mantuviera el Estado de Bienestar, pues les parecía más una jaula que una red de seguridad, una limitación más que una apertura y un despilfarro excesivo que ellos los satisfechos, capaces de confiar en sus propios recursos y libres de circular por el mundo, probablemente no necesitaría nunca y del que no se beneficiarían. Desde su punto de vista, los pobres del lugar, encadenados al suelo, ya no eran un “ejercito de reserva del trabajo”, de modo que el dinero para mantenerlos en buen estado era un verdadero derroche. (cftr Z.Bawman sobre Galbraight).
Digresión: Solo los jóvenes y de maneras muy disimiles, en todo el mundo, se daban cuenta de que algo andaba mal en aquella época.
Hoy pese a la evidencia empírica de los permanentes despojos los “nuevos satisfechos” son los que protestan por las jubilaciones extendidas, por la Asignación Universal, etc. Siguen repitiendo la explicación originaria del progreso que dice “En tiempo muy remotos había, por un lado, una elite diligente, y por otro una pandilla de vagos y holgazanes. Los primeros acumularon riqueza y los otros viven de sacarle a estos”. Estos otros, otrora los “pobres” hoy son los marginales.
Así vemos como los jóvenes marginales ( pobres en realidad) son cada vez más criminalizados en las redadas del narcotráfico, cada día más víctimas de los contrabandistas de personas, obligadas a trabajar por nada ( talleres clandestinos, vendedores callejeros, plantaciones clandestinas, cosechadores clandestinos, prostitución). Pero también son atacados por su mayor exposición al IVA y la inflación.
El espectáculo social se completa con los ricos pugnan por no pagar Impuesto a las Ganancias.
Segunda digresión: Es sintomática en esto la resistencia de los nuevos “satisfechos”, pese a haber sido desposeídos una y otra vez, los camioneros “satisfechos” o los Docentes “satisfechos”, por no hablar de los nuevos ricos producto del consumo popular, porque le compran zapatos, ropa o comida, que nos apabullan con sus Hilux, que no quieren pagar impuesto a las ganancias. Pese a recibir salarios de más de 9000 pesos por mes o tener ingresos por ventas enormes. Recordemos que los pobres marginales solo reciben 270 pesos por hijo, o cobran en general, si consiguen empleo, no más de $ 4000, con suerte y si no cirujean, son trapitos, hacen changas, etc. etc.
A fuerza de ser justo creo que el nombre dado actualmente al impuesto al salario es malo, habría que distinguir entre ganancias e impuesto social, hay que discutir un aporte social, no un “impuesto a las ganancias”. Y de paso desnudar porque los camioneros o los docentes o los petroleros, pagan más impuesto a las ganancias que De Narvaes y la mayoría de los comerciantes o banqueros exitosos en nuestro país. Es tal la impunidad que De Narvaes ya nos explico que tiene un buen contador que le permite no pagar, y esto solo abona la certeza de que la violencia es fruto de la injusticia y la insolidaridad.
Terminaba mi nota anterior señalando que : “Lo que sucede es que hoy los jóvenes de esos sectores ( marginales) vía las autopistas de la información comparten los códigos de consumo de los ricos, les muestra lo que les a tocado a ellos, y lo que les ha tocado a los otros, en particular con los ídolos públicos ( Messi, Maradona, Ginobili, Tinelli). Así mientras las perspectivas realistas de una vida satisfactoria divergen de forma abrupta entre unos y otros, los símbolos de la vida feliz tienen a converger en el consumo. Yo quiero consumir y tener lo mismo que los ricos. Como esto es imposible económicamente, la economía diferenciada entre los sectores es una invitación a la violencia.”
Máxime si la condición de ciudadano distingue al que tiene derechos por ley, pero no puede ejercerlos de hecho por la condición de marginal.
Por ende nuestras ciudades, como Comodoro y Trelew, repletas de Hilux u otras grandes marcas solo incitan a los jóvenes pobres a cobrarse el consumo manu militari. O robando o rompiendo todo. Es que nadie parece advertir que no se está intentando dar una respuesta sobre el futuro que nos incluya a todos y que no deje nadie al margen.
Como diría Silvia Bleichmar :”…la construcción de subjetividades no se puede hacer sino sobre la base de proyectos futuros. Y los proyectos futuros no se establecen sobre la realidad existente, sino sobre la realidad que hay que crear. Lo que caracteriza al ser humano no es la instrumentación: en una famosa experiencia, los monos pueden agarrar la banana ensartando dos palitos. Lo que no pueden hacer los monos es plantearse no solamente el uso del instrumento, sino la creación de realidades inexistentes. Toda la cultura humana es la creación de realidades inexistentes.” Hoy la realidad inexistente es que todos tenemos derecho a vivir, mejor y contenidos dentro de este planeta. En la medida que no sea suficientemente claro que estamos, como sociedad, trabajando para hacer realidad esa realidad inexistente, lo único que podemos esperar es más violencia.
Rusvi Tahan

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