viernes, 27 de julio de 2012

Mañanas de café con Abdul. Día 2

Los reyes de la chatarra.

Abdul miraba absorto la ventana. El molinillo de café que había comprado se comía los granos dejándolos hechos polvo.

Abdul se había embolado con el molido de mi café, no lograba obtener el café que a él le gusta, y lo atribuía a que estaba molido grueso. Así que la tarde anterior se fue a Bariloche y compró un molinillo muy sofisticado, tenía graduaciones y me – se lo regaló.

Asi llovía una tarde en Bueno Aires que yo estaba en la esquina de Lavalle y Montevideo. Bueno así no, llovía a baldes o, como diría mi tío Horacio, caían soretes de punta. Eso de los soretes de punta siempre me había impactado, el solo imaginar que caen soretes del cielo y encima de punta me sonaba bizarro.

Además la utilización de la palabra sorete no dejaba de causarme mucha gracia.

Sí, lo interrumpí, Malaonda la usa también de manera muy graciosa, cuando quiere defenestrar a un tipo dice: “es un sorete”.

No me escuchó, creo. Siguió hablando, mirando la ventana mientras armaba la Volturno.

Estaba resguardado debajo de la ochava del Banco Supervielle, pensé: si corró una vereda me meto en lo de Consultores Asociados y me tomó un café con Rodolfo y Juan Carlos.

Al primer indició de que aminoró, por un instante, el diluvio, pegué un trote y me mandé al edificio. Subí al séptimo A y toque timbre, Analia abrió la puerta, estaba con cara rara y me hizo un gesto de que no hablara fuerte. Me llevó hasta la cocina y, mientras me servía un café, me contó que Rodolfo y Juan Carlos estaban en la oficina del primero con los hermanos chatarreros.

Yo los conocía, en una época, y a través de mis amigos, los asesoré para comprar un campo en Misiones. Ellos lo transformaron en una cabaña de cebúes.  

Que pasaba ahí dentro que las tenía en vilo lo supe cuando salió Rodolfo para pedir una nueva ronda de cafés. Me saludó, e inmediatamente fue al baño a  lavarse las manos,  era un obsesivo, si te daba la mano se la lavaba,  si le usabas el teléfono de su oficina lo limpiaba con Lisoform. Cuando salió, y mientras Analia preparaba los cafés, me adelantó que los hermanos estaban sacados. Un tipo los había cagado en un negocio y la discusión en esa oficina era de locos, se centraba en cuál de los dos hermanos lo mataría.

No me jodas Abdul, lo interrumpí.

Ninguna joda, cuando te explique vas a entender. Los hermanos empezaron de adolescentes, en Nueva Pompeya, juntando latas, alambre, y demás cosas para llevar a un acopiador de chatarra.  Con el tiempo alquilaron un galponcito y ellos mismos se transformaron en acopiadores, la Argentina era una fiesta, había de todo tirado en la calle y el rescate de chatarra y su refundición era el objeto de La Cantábrica, Aceros Bragado y otras  por el estilo. O sea, había un mercado ávido de obtener materia prima y los hermanos empezaron a crecer. Tenían un estilo muy campechano y , de a poco, otros cirujas se fueron arrimando a ellos. Su política era simple, compraban todo y pagaban al toque, si el tipo les era fiel y ellos siempre lo sabían, le daban anticipos para que del carrito a mano pasaran al carrito tirado por un caballo y de allí otro préstamo, a devolver con chatarra, y era una chatita a motor. Los más emprendedores terminaron con uno o varios camiones, en poco más de una década, proveyendo a los hermanos. Que del galponcito pasaron a un enorme predio cerca de Avda. Sáenz y Roca, en pleno corazón de Pompeya.

¿Y si no le eran fieles una vez que se hacían del camión?. Pregunté por curiosidad, y casi sabiendo la respuesta.

Y, se jodían, los hermanos manejaban los códigos de Pompeya, y la traición no entra en ellos.

De la chatarra pasaron a tener propiedades, departamentos, un par de playas de estacionamiento bien centricas, y de allí a dos estancias enormes una en Provincia de Bueno Aires y otra, la que te conté, en Misiones. Con el crecimiento se fueron haciendo más paranoicos. La paranoia los había convencido de que si se sabía de su riqueza algo les pasara, o quizás solo de esa enfermedad de la desconfianza, típica del empresario que se hace de abajo y solo confía en sí mismo.

De tal manera que armaron, asesorados por los de Consultores, una estructura administrativa en la que cada empresa era independiente y sus administradores no sabían nada de las otras empresas. Solo el estudio contable y Pablito, un joven que empezó con ellos de niño, conocían la totalidad.Consultores cobrará muy bien por mantener el secreto.

Bueno, vuelvo al principio, un empresario ligado a los milicos los embaló para que compraran grúas y fueran contratistas de las autopistas que, por ese entonces, avanzaban raudas por Buenos Aires cortando la ciudad en pedazos, descuartizándola. El tipo ,que al principio era una joyita, se engolosinó y por izquierda compró el también otras grúas y fue desplazando a los hermanos licitación por licitación. Al principio ellos no se dieron cuenta, la otra empresa aparentemente era de otro dueño, un tercero desconocido. Pero viste Rusvi, en las licitaciones esas siempre hay coimas, hubo una filtración y uno de los coimeros, seguro que uno al que no se aceitó bien, les fue con el cuento a los hermanos. Su actual socio los estaba mejicaneando en las obras nuevas.

Como te decía antes en los codigos no escritos de los que arrancan en las calles si te caga uno y vos lo dejas te cagan todos. La decisión sobre la venganza era lo que se dirimía en esa oficina. En 16 metros cuadrados dos tipos millonarios en dólares, por reflejo de su historia, se peleaban por decidir quién iba a matar al traidor. No ha hablarle, no a boxearlo, no, a matarlo. No era ficción.

Rodolfo y Juan Carlos ganaban tiempo para intentar convencer a los tipos de que desistieran. Todo fue inútil, bien entrada la noche ambos se fueron con la decisión tomada. Santiago el mayor, cuyos hijos ya eran grandes asumiría la responsabilidad. ¿Cuándo?. Eso ya no se discutió, ellos se encargarían de ordenarse muy bien. Y Juan Carlos y rodolfo no querían saber.

Ya no llovía hacia un par de horas, los empleados, salvo Analia, se habían ido, yo me quede, intrigado,  de chusma la verdad. Nos fuimos a Premier en la esquina de Parana y Corrientes a tomar un trago con Rodolfo y Juan Carlos. Ellos estaban consternados, no les cabía. Y quizás, siendo un poquitín malo de mi parte, pensando que quizás su principal cliente, el que pagaba sueldos y gastos y casi todo de su estudio se hundiera.

Yo les debía muchos favores y estaba como embelesado por esta situación. Entrada la noche,  nos fuimos cada uno por su lado.

¿Y qué pasó, lo boletearon al tipo?

No, zafó.

¿Cómo  zafó?

Esa misma noche me acordé de un conocido, lo llamé y me reuní con el bien tarde.Le conté la situación, de manera básica, me pasó una cifra, llamé a Rodolfo, lo desperté, y le dije que quizás podíamos evitar una cagada, me dijo: si evitamos una muerte esta todo bien.

El conocido "gentilmente" llamó,  casi a la madrugada, al empresario traidorcillo, el tipo, medio dormido escucho atónito que una de sus grúas se había incendiado. Y  que, quizás le conviniera “repensar” su vida.

El tipo era traidor y... cagón.

Así que a eso de las 11  se presentó en la oficina de Lavalle, dejó dos  cheques uno para el advertidor y otro por una cifra importante para los hermanos. Además explicó que se había equivocado y que se retiraba de las obras. En el futuro todas serían de los reyes de la chatarra.

Una suerte la verdad, con el tiempo el menor sería presidente del Club Huracán, era un quemero furioso.

El café ya está ¿te sirvo uno grande?

Si. Contesté.

Afuera, en la chacra, seguía lloviendo a lo pavo.

Rusvi tahan




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